Crítica de “Tom Clancy: Sin remordimientos”, acción y traiciones con Michael B. Jordan

El escritor de La caza al octubre rojo (The Hunt for Red October, 1990) y Juego de patriotas (Patriot Games, 1992) fallecido en 2013, escribió en 1993 Sin remordimientos con los conflictos bélicos políticos del momento. Del entramado presentado en la novela se adaptaron los conflictos a la coyuntura de 2021, reemplazando Vietnam por Siria y narcotraficantes por la mafia rusa, mientras que se mantiene el aire de la Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia.

La otra adaptación es la que tiene al italiano Stefano Sollima (Sicario 2: Soldado) de director y a Michael B. Jordan (Creed: corazón de campeón, Fahrenheit 451) de protagonista y productor, convirtiendo una trama de espionaje en un film de acción física, plagado de acción cuerpo a cuerpo. Uno de los guionistas es Taylor Sheridan, responsable de Sicario 2: Soldado (Sicario: Day of the Soldado, 2018) pero también de las interesantes Viento salvaje (Wind River, 2017) y Sin nada que perder (Hell or High Water, 2016).

Michael B. Jordan interpreta a John Kelly/Clark (personaje que aparece en Peligro inminente interpretado por Willem Dafoe) un SEAL de élite de la marina que opera para la CÍA en Siria. En un supuesto rescate queda envuelto en una trama de espionaje donde se convierte en objetivo junto a su equipo. El tipo sobrevive al atentado pero no su esposa embarazada, convirtiendo la misión en una venganza personal.

La trama de conspiraciones internacionales se entremezcla con la película de acción convencional, de instinto primitivo y visceral. El personaje fuera de la ley capaz de todo por vengarse ojo por ojo, moviliza un film que pone su imaginación en las escenas de despliegue físico. El argumento de Tom Clancy sirve de caparazón para rediseñar un nuevo héroe de acción al estilo tradicional que, a saber por el final, abre espacio a posibles secuelas.

Tom Clancy: Sin remordimientos (Tom Clancy's Without Remorse, 2021) es una película correcta a la que le falta carisma. Se ajusta a los tópicos del género donde no falta cierto maniqueísmo que tiene a los personajes de color como los buenos de la historia y a los blancos como los villanos. En ese contraste se destacan Jodie Turner-Smith como Karen Greer, Jamie Bell como Robert Ritter y Guy Pearce como el secretario de la CÍA Clay. Pero carece de humor para alivianar la tensión dramática y darle mayor sublimación a la violencia.

Acción sin grandes emociones pero con buen ritmo narrativo y un interesante despliegue visual para dar forma a una nueva saga del género.