No sé decir adiós

Si con María (y los demás) (2017), Júlia ist (2017), Las amigas de Agata (2016) y Converso (2017) teníamos las cuatro patas de la mesa donde se exhibían películas que buscaban la identidad de sus personajes y directores, aquí llega el turno del film craneado por Lino Escalera, que, junto con Morir, terminan de darle forma a este tema que implica la larga travesía interior hacia la aceptación de una realidad indeseada.Carla (Nathalie Poza) recibe la noticia de que su padre (Juan Diego) tiene una enfermedad terminal. Los tres protagonistas conformarán un llamativo triangulo bermudesco por el que pasarán tormentas repletas de ideas contrapuestas. “Aceptemos que papá no podrá sobrevivir”, “busquemos otro doctor” y en el medio una lúcida actuación del actor de Anoche en india, quien envejece hasta doblarse casi en U para interpretar a una persona enferma.Otra vez, como en Morir, creemos necesario marcar lo arriesgado de filmar películas que apelen a largas escenas hospitalarias, entre camas, resonadores y ambos. Más de un espectador podría no ponerle atención (y tendrían algo de razón) a la astucia de crear un material lleno de buenas intenciones, pero que a veces falla cuando cae en las explícitas escenas señaladas. Sin embargo, el film no es una novela melodramática del prime time argentino. Sí intenta encontrar emociones, fibras, sentimientos humanos profundos. Pero sólo dentro de la película. Su director nunca intentará jugar con los sentimientos del espectador. Podemos dar fe de ello. Bien cuando pretende hacer del guion una especie de “road movie” escapatoria del inminente final, algo flojo cuando parece no convencerle ese camino y vuelve a secuencias en hospitales. Lo mejor, tres actuaciones de regalo. Válida la triple nominación en los Goya y el merecido galardón español a Nathalie Poza.