Las amigas de Agata

Ágata ostenta en ella muchas sensaciones que cualquier chica adolecente podría tener. Un consolidado grupo de amigas conservadas desde la escuela, soltería bien llevada y todo el futuro por delante, representado en su paso a la universidad.Unidas en el comienzo, intercambian los pormenores más íntimos de su sexualidad, los últimos avatares y esa implícita alegría que implica conocerse como la palma de la mano. La cámara acompaña en espacios reducidos ese círculo íntimo tan particular conformado por el género femenino. Gracias a estas múltiples posiciones fílmicas, nos revelará que serán solo ellas las guardianas de todos sus secretos.Todo lo dispuesto por el ojo de estas cuatro realizadoras que debutan en cine, está trazado desde la comprensión y parecen nunca desentonar entre ellas. Sumado a ello, hasta podríamos imaginar que están representadas en las cuatro jóvenes muchachas. Casi hecho a manera documentalizada, el lente de a poco irá despegándose de Ágata y sus amigas. He allí la inteligencia de entregarle todo el peso narrativo a la cámara.Y es que la protagonista del título comienza a conocer a otro grupo social. El universitario. Las amigas, en un viaje que terminará explotando las palpables tensiones entre ellas, son las que se consideran dañadas por una sorprendida Ágata, quien al serle imposible expresar estos cambios en su vida social, se resguarda en absurdas excusas.Al mismo tiempo, la fotografía está articulada según el estado de ánimo de las chicas. El atinado uso de luz natural, así como la cámara, se convierte en una herramienta más de un guion con escasos diálogos, excepto por el producido durante la mencionada escena en la última noche del viaje. A todo esto, la película deja un buen sabor de boca y sobre todo sale victorioso de lo que podría haber sido otra ruptura más de cuatro amigas directoras.