Dialéctica de la sedición

El valiente

Si hay algo que no abunda en el mainstream contemporáneo es el film de alzamientos populares, una rareza que en época de premios puede venir enrolada bajo el lema de los derechos civiles. El valiente (Free State of Jones, 2016) le escapa a las fórmulas con furia e inteligencia.

El valiente
lunes 12 de septiembre de 2016
Como ocurre con todos los géneros clásicos de Hollywood y aledaños, sinceramente no hay muchos casos de westerns de izquierda más allá de los realizados durante la década del 70 y las excepciones esporádicas en la línea de Danza con Lobos (Dances with Wolves, 1990). Casi todo el grueso del andamiaje retórico -en su faceta tradicional- está orientado hacia una centro derecha reaccionaria y bastante pueril (pensemos en los “films insignia” de John Ford y Howard Hawks, por ejemplo), no obstante los cambios que trajeron los spaghettis de los 60 y 70 volcaron la balanza hacia la denuncia de las condiciones de opresión del interior estadounidense. A partir de ese punto el antihéroe pasó a ser la estrella de gestas libertarias, como lo demuestran las obras maestras Cuando es preciso ser hombre (Soldier Blue, 1970), de Ralph Nelson, y Pequeño gran hombre (Little Big Man, 1970), de Arthur Penn.Muy lejos del nivel cualitativo de propuestas temáticamente similares como Los héroes de mesa verde (Giù la Testa, 1971), El valiente es un epopeya atrapante enmarcada en una izquierda más contextual que doctrinaria: dicho de otro modo, estamos ante uno de esos casos en los que el entramado ideológico de los cineastas no es determinante porque el mismo personaje histórico analizado impone la dialéctica y el tono del relato. Aquí el eje excluyente de la trama es Newton Knight (interpretado por Matthew McConaughey), una figura algo oscura de la Guerra Civil norteamericana y el período posterior, conocido como la Reconstrucción. El sureño lideró una revuelta en oposición a los caudillos y testaferros de la Confederación en diversas zonas de Mississippi y llegó a proclamar un gobierno separatista frente al “ninguneo” y/ o persecución de las autoridades.El guión, escrito por el también director Gary Ross, se toma muchas licencias con respecto al derrotero verídico de Knight pero consigue redondear un retrato interesante de un hombre que no acepta la injusticia y se desquita cuando los abusos gratuitos llegan al límite de la tolerancia: ahora el susodicho es un enfermero del ejército confederado que decide desertar por su desacuerdo con la “ley de los 20 negros” (los dueños de plantaciones con 20 esclavos como mínimo evitaban el servicio militar) y para llevar a su hogar el cadáver de su sobrino (apenas un adolescente, que para colmo fue obligado a enlistarse luego del saqueo de su casa por los agentes del gobierno). Recluido en los pantanos, junto a otros desertores y esclavos fugitivos, el protagonista organizará una guerrilla que luchará contra una política de confiscación que garantiza atropellos para los pobres y protege a los terratenientes ricos.Desde el vamos el trabajo es muy ambicioso porque abarca una etapa por demás compleja y convulsionada, en la cual cada pequeña victoria de la sedición acarrea más problemas a nivel logístico, político y humano. En este sentido, el opus hace su mayor esfuerzo por darle una continuidad a la andanada de acontecimientos aunque inevitablemente se termina generando una sensación de viñetas más o menos interconectadas, incluidos algunos baches en el desarrollo. Matthew McConaughey se lleva puesta la odisea narrativa al hombro y logra que su personaje sea indudablemente el centro estratégico de las acciones de batalla contra los jerarcas confederados. Una decisión curiosa por parte de Gary Ross viene de la mano de varios flashbacks y flashforwards en torno a una subtrama -85 años después del final de la guerra- vinculada a un nieto lejano, fruto de la relación afectiva de Knight con una esclava liberada.Otro rasgo inesperado, en especial si pensamos en ese mainstream timorato y pasatista que suele dominar la cartelera durante gran parte del año, lo encontramos en la concepción de base que maneja El valiente, la de considerar a los cambios sociales como producto del porfiar de las fuerzas populares y no sólo como obras de “mentes maestras” o cualquier otro personalismo reduccionista. La propuesta de Ross puede ser un tanto fragmentada/ disruptiva en algunos tramos pero por lo menos comprende a la perfección que lo que hace falta en este tipo de pantallazos históricos es un balance entre la figura aglutinante de voluntades (la que trae orden en la dispersión) y la marejada de los conflictos comunales (por suerte sin temor a incluir discursos de índole socialista y abolicionista). Knight, al igual que los paladines de las películas de Gillo Pontecorvo o Costa-Gavras, es un ejemplo a seguir desde una perspectiva humanista, un ser capaz de enriquecerse gracias a sus paradojas, los vaivenes del entorno y un ímpetu de choque que no baja nunca los brazos…
7.0
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