En el blanco del entretenimiento

El acantilado rojo

A vuelo de pájaro, El acantilado rojo (Chi bi, 2008) es una impecable épica bélica situada en la China imperial. Pero la película más taquillera de la historia de aquel país –superando incluso a Titanic (1997)- es también el retorno físico y cinematográfico del mejor John Woo.

El acantilado rojo
lunes 03 de enero de 2011
La trama se desarrolla un par de siglos después de Cristo, en plena dinastía Han, con China subdividido en varios estados enfrentados entre sí..Las riendas las lleva el primer ministro Cao Cao, quien abusa de la debilidad emocional del emperador empujándolo a la guerra contra un reino vecino timoneado por Liu Bei, tío del Emperador. Alertado ante la inminente beligerancia, éste busca en el reino vecino al aliado para socavar el poder de Cao Cao. Será el comienzo de un largo, complicado conflicto.El inicio está en las antípodas de lo auspicioso: poca claridad y sobre información empalagosa. Bien puede ser injusto endosarle a El acantilado rojo errores propios de los caprichos de la distribución internacional. Concebida originalmente como una miniserie de dos episodios de dos horas y media cada uno, la versión internacional que recorrió las salas del mundo –y que aprobó el mismísimo Woo, aseguran- es un síntesis tijereteada cuya duración no alcanza la mitad del tiempo total. Por eso la voz en off ¡en inglés! símil trailer ensaya una rauda y veloz ubicación socio-política-histórica. Hay una dispersión narrativa inicial que lleva a la confusión, que anula la potencialidad de una historia que finalmente atrapa.Y lo hace a fuerza de una historia atrapante donde la tecnología está al servicio de la historia y no al revés, fenómeno lamentablemente demasiado usual en los últimos exponentes del cine épico de pretensiones globales. Esa decisión sintomatiza una concordancia entre el dicho que se narra y la forma de hacerlo, donde lo primero es absolutamente funcional a lo segundo.Sobre la mitad de la película, un ejército necesita cien mil flechas para un enfrentamiento futuro. No las tienen pero saben cómo obtenerlas. Allí van entonces, entre la bruma y la escasa iluminación del amanecer, decenas de barcos recubiertos de paja con el único fin de encanutar las flechas de su enemigo para luego devolvérselas en combate. Como esas decisiones táctico-militares inteligentes, propias de un auto-conocimiento admirable y dignas del férreo seguimiento de las doctrinas de Sun Tzu en El arte de la guerra, hay varias a lo largo y ancho de la bastedad de El acantilado rojo. John Woo y uno de los máximos referentes del desarrollo visual moderno como es Craig Hayes (Jurasic Park, 1996) son concientes de que una película sobre la inteligencia y el ingenio no podía ser contada con puro efecto visual sino mediante la articulación de éstos con otros más palpables: de lo general a lo particular o viceversa, Woo pone la cámara con la certeza de qué narrar y cómo hacerlo.Más allá de la dispersión inicial, El acantilado rojo es una película admirable tanto por su factura técnica como por la sapiencia de Woo para narrar una historia que, en manos de otro director, hubiera sido una (otra) película de flechas y armaduras.
8.0
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