Gaumont
Crítica de “El agrónomo”: Martín Turnes y el negacionismo del empresario rural
El director de “Pichuco” indaga, en su primera película de ficción, en las hipocresías del hombre de campo.
El agrónomo (2024) narra las vivencias de un hombre y su familia, quienes dejan Buenos Aires para dedicarse a trabajar la tierra en un entorno rural. Desde el punto de vista de Gastón (Diego Velázquez), el agrónomo del título, accedemos a los prejuicios e imaginarios sociales de la vida rural.
La película muestra cómo este enfoque impacta en su vida familiar, especialmente en la relación con su esposa Ana (Valeria Lois), quien lucha por adaptarse a la rusticidad del campo, y con su hija adolescente Vera (Ángeles Zapata), quien se involucra en un taller de freestyle que utiliza su música para protestar contra la contaminación ambiental. Cuando Isa (Alfonsina Videla Benzo), una amiga de la hija, cae enferma, el protagonista no parece ver o no quiere admitir la conexión entre la enfermedad y su actividad agrícola.
La narración de El agrónomo adopta un enfoque distante. La cámara sigue de cerca al protagonista, pero nunca nos permite entender sus pensamientos o conocer sus intenciones con certeza. Esta distancia crea un espacio para la reflexión y evita que el público empatice demasiado con un personaje cuyas acciones y ética son cuestionables.
Turnes crea un ambiente de tensión que crece lentamente, como una olla a presión que se calienta a fuego lento. La amenaza es constante, y el peligro parece acechar fuera de plano, contribuyendo al clima opresivo del relato. La película busca deconstruir el mito del campo como un lugar idílico, exponiendo una problemática que a menudo se oculta en los medios de comunicación.
El agrónomo es una película sobria y dura sobre una realidad invisibilizada, que invita a la reflexión y promueve una toma de conciencia sobre las consecuencias trágicas de la industria agropecuaria.