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Crítica de "Macongo, la Córdoba Africana", cuando se muestra y se habla de aquello que no se habla

Ya sea empuñando y cargando al hombro una cámara Super 8 o una 16 mm con trípode, Pablo César – que sigue defendiendo y reivindicando lo fílmico- ha encarado su primer documental exponiendo con rigurosidad de análisis y pruebas verosímiles la herencia africana en nuestro país, especialmente en este capítulo cordobés.

sábado 03 de febrero de 2024

En las historias oficiales de muchos países del mundo, de Latinoamérica en especial y de nuestra Patria en particular; el ocultamiento de minorías (o no tanto), el escamoteo de etnias que viven o sobreviven, la “desaparición” de ciertos grupos raciales o simplemente la negación de algún pueblo; es algo que va mas allá de situaciones terminales para equis civilización o de cuestiones de transculturización. Tiene que ver más con un erróneo e inhumano proceso cultural, impuesto por políticas coercitivas, de facto, que van transformando el contexto, una nueva costumbre, una nueva realidad que no es la verdad. Los que dominan son los que imponen gustos, estilos, relaciones sociales, económicas y culturales. Hay pues tradiciones que han impuesto de manera atroz, cruelmente, que cosas se pueden decir, quienes merecen existir y a quien hacer figurar en los manuales de que “no existen”.

Mas que un lugar común, es un discurso palpable y contrastable aquel que sentenciaba siempre dos asuntos inapelables: en nuestro país, la Argentina, a los originarios (antes se decía simple y erróneamente indios) los reventaron. Y aquí los negros no existen. Dos frases hechas que son –en ambos casos- una verdadera calumnia. Un relato ahistoricista. Por más popular o usual que sea. Ni a los pueblos nativos los eliminaron (si los reprimieron, los explotaron, los espolearon, les robaron) ni los negros dejaron de existir. Sí lo que se ha hecho fue el de taparlos, ignorarlos, desconocerlos. Ya fuera con mestizajes o simulaciones.

De alguna manera este film, este documento cargado de testimonios, pruebas, escritos, archivos y especialmente memoria; procura terminar con ese discurso imaginario, revelar el engaño, quitarle la máscara a una ficción. En Argentina hubo negros en la época colonial y hay negros hoy día. Y son afrodescendientes.

Pablo César como director y guionista de Macongo - la Córdoba Africana funge  también como investigador y guía de estas historias de vida, ha sabido encarar y enfrentar cualquier desafío tomando él mismo su rol que relata, indaga, pregunta y cuestiona, de reportero que quiere saber y que necesita informar. Es otro protagonista –sin narcisismo, ni demagogia, pero con mucho aporte didáctico- junto a sus entrevistados, sus hermanos y hermanas, aunque tengan distinto color de piel. El ha dedicado la mitad de su vida a entender, comprender, conocer y en cierta forma mimetizarse con las culturas africanas. De sus 14 largometrajes (todos ficciones, salvo este último)  9 de ellos los ha rodado en África, y este documental fuera de allí, pero con temática hereditaria de ese continente. Sus “actrices y actores”, sus “personajes” son todos afrodescendientes. Y muy orgullosos de serlo. Son reales, existen, viven. En sus historias no hay invención. No son leyenda, están aquí y conviven con todos nosotros. A pesar de la discriminación que vivieron o siguen viviendo.

Se podría decir que aquí se expone un rescate cultural. El propio director lo sintetiza en estas palabras: “Todas las películas que realizamos en coproducción con naciones africanas están orientadas a que, dentro de una historia de ficción, se pueda dar a conocer las culturas, lenguas y costumbres de las etnias participantes respetando profundamente todos estos aspectos. Destacando asimismo la huella que estos conocimientos quedaron desde épocas de la colonia en nuestra sociedad y persisten hasta la actualidad con evidencia en los usos, costumbres, vocabularios, música, danza, comidas y tradiciones cosmogónicas”.

Además Pablo César ha dictado seminarios sobre cooperación cinematográfica entre América Latina y África en Nigeria, Kenya, Sudáfrica, Burkina Faso, Túnez, Marruecos, Costa de Marfil, Togo y Egipto. Con cada entrevistado afrodescendiente, finaliza cada intervención como si fuera un casting.  Le toman 4 planos como fotografías del rostro y la cabeza. Del frente, de cada costado y de atrás. Una identidad que queda plasmada y comprobada. Córdoba es una provincia que llegó a tener el 60% de la población afrodescendiente hacia 1850.

Son muy destacables e importantes todas las referencias a Néstor Ortiz Oderigo, el gran musicólogo, estudioso del jazz, el folklore y las culturas africanas, autor de libros tan necesarios y significativos como “Aspectos de la cultura africana en el Río de la Plata”, “Panorama de la música afroamericana”, “Croquis del candombe”,

y “Diccionario de Africanismos en el Castellano del Río de la Plata”. Es significativo e iluminatorio el hecho de complementar su investigación con otros estudios como el que realizó el lingüista español Jaime Martín Martín en su libro "Un enigma esclarecido: el origen del vasco". Allí descubre y describe la relación entre el dialecto dogón (de centro occidental africano) con el euskera, la lengua vasca.

La Provincia de Córdoba ha sido el escenario de todos los viajes y reportajes. Allí se rodó en donde se encontraron descendientes de africanos. Desde Capilla del Monte del Valle de Punilla hasta Alta Gracia. Desde Nono en Traslasierra hasta La Pampa de Ascochinga. Pasando por La Granja y la Comuna de Cabalango. Y muy especialmente en Jesús María con locaciones significativas como la Estancia Jesuítica, el Anfiteatro José Hernández y el Patio de Doña Pipa.

Quizás la escena más contundente y que sintetiza este más que necesario y recomendable film para exhibir en escuelas, colegios y universidades (por empezar), es aquella en que los Rivera, padre e hijo, exponen su cultura, su saber, su vitalidad. El veterano canta y toca el bombo legüero con sonido bien afro, percutivo y con una voz en dialecto, cuasi gutural. Y su hijo danza ese sonido, con movimientos de raíz africana. Y de a poco, casi sin darnos cuenta, los estamos escuchando tocar y viendo bailar un malambo. Nuestro, sí, pero como el mismo nombre del ritmo lo dice, es un legado africano. Los testigos de esta historia están vivos. No han desaparecido. Cuando alguien dice: no hay negros en la Argentina, simplemente y maliciosamente, miente.

8.0
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