Salas

Crítica de “Aguas siniestras”, una piscina de terror

El monstruo del pantano toma forma fantasmagórica y asusta a una familia en una pileta en esta nueva película de terror producida por James Wan y Blumhouse

miércoles 17 de enero de 2024

La multioferta de productos cinematográficos de horror posee pros y contras. Por un lado, hay cintas arriesgadas de mediano o bajo presupuesto que refrescan el género. Por otro lugar, los denominados “tanques”. Las franquicias, e incluso los remakes, desde Scream, Halloween, El Exorcista y hasta el universo de El Conjuro, apuestan a lo convencional sin salir de su zona de confort. En el medio de esos dos extremos existen un cúmulo de numerosas películas que, si bien pueden tener un presupuesto medio e interesar con su premisa, no son efectivas y resultan fácilmente olvidables. Aguas siniestras (Night Swim, 2024) es el primer caso del 2024 dentro de este último grupo.

La historia se centra en una estrella de béisbol (Wyatt Russell) que debe retirarse debido a una enfermedad y se muda junto a su familia (su esposa, interpretada por Kerry Condon, y sus dos hijos) a una amplía casa con una piscina de ensueños. Para recuperarse de lo que le afecta, su médica le recomienda hidroterapia, lo cual esa estructura acuática será una parte fundamental para el tratamiento. Sin embargo, a medida que disfrutan del agua, se verán sorprendidos y atemorizados por misteriosos eventos.

Aguas siniestras, basado en un corto homónimo del 2014 del mismo director y guionista Bryce McGuire, supone una combinación entre drama familiar y relato de terror. No obstante, ese mix resulta débil y ambos caminos quedan a medias tintas. Si bien se desarrolla la enfermedad del protagonista con ahínco en su evolución, los vínculos con el resto de los personajes son difusos y livianos. Para que lo dramático tenga poder, deberíamos evidenciar a través de acciones cada causa y efecto de la dinámica familiar. Esto, lo cual podría ser un bastión para toda obra que aborde los comportamientos humanos, se delimita aquí en palabras, reproches, festejos y miedos. La superficialidad no nos permite ingresar al hogar (la mayoría de las veces vemos solo cuando van a la pileta), por lo que todos los personajes nos van a resultar sin relieve, sin sentimientos y acartonados, como si fueran meros prototipos construidos a base de algoritmos.

Dejando el drama de lado, y para hacer foco en la aparentemente verdadera temática del largometraje, el terror se expresa a través del peligro del agua. Algo pasa en la profundidad de una pileta que está conectada con agua natural que viene de los manantiales. Cada vez que alguien sale a nadar o a jugar, la luz se descontrola, las visiones aparecen, la tensión crece. La cinta se preocupa por subrayarnos lo indefensos que son en el agua: sabemos, de sobremanera, que algo les puede pasar. Esa construcción de una “cosa” en la profundidad que tanto puede resultarnos familiar es poco elocuente. Las consecuencias de ese mal nos proponen imágenes que se alejan de la coherencia o, mejor dicho, de la atmosfera en la que, a mitad de la película, estamos sumergidos.

Tanto Russell (Operación Overlord) como Condon (Los espíritus de la isla) se muestran sólidos. A pesar de un guion previsible, ambos sostienen algunos momentos de estupor sin sobresaltos. La incorporación del drama adolescente o el recorrido del drama deportivo (con imágenes a modo flashback que resultan molestas) no aportan contenido relevante a la historia y, aunque no sea intencional, nos distrae de un eje entretenido que tiene al agua como el elemento crucial. La resolución, la cual intenta explicar los motivos de esa maldición, es incolora, frágil, desconcertante, anecdótica y, como si fuese el colmo de ese elemento, poco clara.

El diseño de esta ficción se aleja de manera sorpresiva de los métodos efectivos de los pesos pesados que figuran como responsables. Esto permite hacernos sospechar que el incremento de cantidad no será sinónimo de aumento de calidad, lo cual hace que tengamos frente a nosotros una posible muestra del verdadero terror.

4.0
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