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Crítica de "Éxodo: DIoses y Reyes", los hermanos sean unidos
Ridley Scott es probablemente lo más cercano que el mundo moderno tiene a un orfebre de épicas estilo Cecil B. DeMille, sólo que siempre ha favorecido la épica histórica por sobre la bíblica. En su haber tiene "Gladiador" (Gladiator, 2000), "Cruzada" (Kingdom of Heaven, 2005) y "Robin Hood" (2010). Ahora se aventura en las páginas apócrifas de la historia con "Exodo: DIoses y Reyes" (Exodus: Gods and Kings, 2014).
Christian Bale interpreta a Moisés, quien no es menos judío que Charlton Heston o Burt Lancaster, por lo que increpar controversia por ese lado es inútil. Según esta versión del relato bíblico, Moisés es un general a las órdenes de Seti I (John Turturro) y el hermano adoptivo de su hijo Ramsés II (Joel Edgerton).
La película comienza con los hermanos luchando contra las huestes hititas durante una batalla en la que Moisés humilla a Ramsés al salvarle la vida. Al regresar de la campaña, el anciano regente confiesa a su general favorito lo mucho que lo ama y cuánto lamenta que su débil hijo sanguíneo heredará el trono en su lugar, y… ¿les suena todo esto? Estamos viendo Gladiador de vuelta. El emperador que se muere, su amor por el hijo que merece pero no tiene, el odio del hijo que tiene pero no merece, el exilio del primero a manos del segundo y su triunfal retorno a una polis corrupta en pos de redención… Ridley Scott ha vuelto a dirigir Gladiador.
La misma premisa da lugar al mismo conflicto entre los mismos personajes que hasta recitan el mismo diálogo. En Gladiador, el resentido Cómodo observa a su sobrino mientras duerme y dice: “Duerme tan bien porque es amado”. En Éxodo: Dioses y Reyes, el resentido Ramsés observa a su hijo mientras duerme y dice: “Duermes tan bien porque sabes que eres amado”.
Copiar a Gladiador es un pecado menor al de parecerse a Gladiador, sobre todo cuando lo comete el mismo director que dirigió Gladiador y el resultado es una película igual de entretenida, más por la inmensidad de la producción que otra cosa. El drama de los hermanos querellantes se hizo mejor en la cinta animada El príncipe de Egipto (The Prince of Egypt, 1998). Allí vemos crecer a Moisés y a Ramsés, y les conocemos como hermanos antes de verles como enemigos.
Las versiones de Éxodo son cruelmente monótonas: Bale interpreta a Moisés como un santurrón colérico ya esté del lado de los egipcios o de los judíos, Edgerton es inseguro y reaccionario como Ramsés, y entre los dos hay muy poca química o tensión.
Del resto del elenco resulta casi imposible opinar, ya que se presta muy poca atención a todo lo que ocurre más allá del duelo de voluntades entre Moisés y Ramsés. Ben Kingsley y Aaron Paul tienen papeles ínfimos como dos de los seguidores de Moisés. Sigourney Weaver debe tener unas tres líneas de diálogo sumadas entre sus tres míseras apariciones. María Valverde hace de la esposa de Moisés, pero el guión la hace a un lado al rato de introducirla. No hay personajes interesantes o memorables y rara vez afectan el curso de la trama: son parte del decorado. Si no reconocieran a las celebridades que los interpretan, ni los notarían.
La única diferencia notable con Gladiador es el componente religioso, y la película ciertamente innova (aunque sea tímidamente) al guardar un atisbo de realismo y ofrecer explicaciones con las que se podrían racionalizar todas las partes fabulosas y sobrenaturales de la historia.
Moisés sufre una terrible conclusión momentos antes de hablar con Dios por primera vez. De ahí en más, cada vez que habla con Dios (representado por un niño caprichoso que no sabe muy bien lo que quiere) la película cambia ocasionalmente al punto de vista de un personaje secundario para mostrarnos que Moisés para hablar solo. Las extraordinarias diez plagas que azotan a Egipto (de lo mejorcito de la película, por cierto, y el justificativo ideal para verla en 3D) son todas racionalizadas científicamente por los sacerdotes del faraón. Incluso los momentos más increíbles, como la muerte súbita de todo primogénito egipcio o la división del Mar Rojo, son anticipados sutilmente: de entrada confirmamos la infirme salud del hijo de Ramsés; asimismo se demuestra que el Mar Rojo es capaz de decrecer dramáticamente de la noche a la mañana.
Esta lectura del Éxodo: Dioses y Reyes es original (en lo que concierne al cine) pero se mantiene en candilejas a lo largo de toda la película, como una especie de premio consuelo para ateos y agnósticos (entre los que podemos contar al propio director). Ridley Scott ha dirigido una versión entretenida y competente de la historia que todos conocemos, y la ha imbuido con el “realismo” con el que acostumbramos edulcorar hoy en día en los relatos fantásticos de antaño. Se extraña el elemento de una película más audaz y personal como Noé (Noah, 2014), aunque Scott probablemente difiere sobre esto último. Ha elegido dedicar Éxodo: Dioses y Reyes y reyes a la memoria de Tony Scott, su hermano. No puede ser una coincidencia que elija homenajearle con la historia de dos hermanos por siempre separados por el destino.