Crítica de “Pollitos en fuga: El origen de Los Nuggets”, manipulación en la granja

Ginger y Rocky tienen un pollito de espíritu aventurero que quiere conocer el mundo más allá de las fronteras de la isla paradisíaca en la que viven. Por eso ingresa a la isla vecina donde reclutan pollos con la promesa de vivir en un mundo idílico (una granja artificial estilo Disneyland) que esconde un oscuro peligro para las gallinas.

Sam Fell dirige esta divertida propuesta de Stop Motion que cuenta con un guión escrito por Karey Kirkpatrick, John O'Farrell y Rachel Tunnard, basado en una historia original de Kirkpatrick y O'Farrell. Un argumento ingenioso que nos mete nuevamente en la lucha de las gallinas contra los humanos, unos malvados granjeros que no solo quieren comerlos sino, esta vez, enriquecerse con la industria alimenticia. En ese contexto, Pollitos en fuga: El origen de los nuggets (Chichen Run: Dawn of the Nuggets, 2023) no da puntada sin hilo: trae de regreso a los personajes queridos por el público e ingresa a otros para contar la misma historia con ritmo y gracia.

Esta vez el tema es la manipulación social a la que son sometidos los individuos en manos de sus explotadores. Un discurso social narrado a través del relato de unas gallinas obnubiladas por el magnífico ghetto que les venden como un hotel all inclusive, para caer finalmente en las garras de los humanos casi sin darse cuenta. Ginger, Rocky y Molly deberán rescatarlos antes de que sea demasiado tarde.

A esta historia se le suman otros temas positivos asociados a este tipo de relatos como la unión de la comunidad frente a la adversidad, el amor de la familia para ayudar al hijo en etapa de crecimiento y la búsqueda de identidad. Una fábula tan divertida como inteligente surgida de los siempre efectivos estudios Aardman Animations.