Crítica de “La conferencia (Konferensen)”, la máscara de la hipocresía

Muchas de las icónicas imágenes del cine de terror provienen del uso de máscaras de los serial killer más famosos. Michael Myers, Ghostface, y ahora la improbable mascota de un centro comercial.

Todo parece traer problemas en la construcción del emprendimiento inmobiliario autorizado por la municipalidad. Vecinos en desacuerdo, empresas poco interesadas en invertir, corrupción de los empleados municipales (todos peleados entre ellos), generan un clima de tensión e inestabilidad donde nada puede terminar bien. 

En esa atmósfera enrarecida el grupo de burócratas del municipio pasan un día de campo haciendo juegos de socialización donde deben demostrar sus habilidades para la supervivencia en la naturaleza, mientras uno a uno cae muerto a martillazos por un violento asesino. ¿Se trata de uno de los empleados? ¿Es alguien ajeno al lugar? Una suerte de misterio al estilo Ágatha Christie rodea la trama.

Pero aquello que destaca a La conferencia (Konferensen, 2023) de otras propuestas del género es su humor negro (negrísimo) para retratar las miserias de los personajes. Mediocres, egoístas, ventajeros entre ellos, hacen que la unión para enfrentar al mal que los acorrala sea una utopía. No es la única lectura “simbólica” que trae este film sueco, también hace una curiosa metáfora a la idea de “agarrar la pala”.

La máscara del asesino es el rostro de un niño feliz que esconde la verdadera esencia de un violento psicopata, un contraste siempre tenebroso en materia terrorífica (Chucky, La profecía), que bien podría tener la apariencia de un tipo despeinado o vestido de amarillo de este lado del Río de La Plata. La ironía es que nada se arregla los machetazos por más furia y sangre que se desparrame.

El realizador sueco Patrick Eklund hace una comedia slasher con aires de sátira social, mucho desparpajo gore y una divertida reflexión sobre la capacidad de resistencia brutal del ser humano.