Crítica de "La gran seducción", costumbrismo mexicano con el regreso de Yalitza Aparicio

La trama se centra en Germán (Guillermo Villegas), un hombre que busca desesperadamente salvar el lugar que ama al enterarse de una oportunidad que podría cambiar el destino del pueblo: la posible llegada de una fábrica generadora de empleos. Sin embargo, para atraer la fábrica, necesitan tener un médico en el pueblo. Ante la falta de uno, Germán decide idear un plan ingenioso y seductor para convencer a un médico de la ciudad de que este pequeño rincón es el lugar perfecto para establecerse.

La gran seducción se convierte en un viaje repleto de camaradería, ingenio y la búsqueda de un futuro más prometedor. Aunque se presenta como una comedia, también explora matices de drama y nostalgia, logrando un equilibrio poco común. A través de los personajes, se explora la temática universal de dejar el hogar y la familia en busca de una vida mejor, examinando cómo las relaciones de amistad pueden llenar ese vacío y la lucha interna entre los deseos personales y el bienestar de la comunidad.

La narrativa se desarrolla de manera acertada, acompañando a los personajes en su búsqueda y esforzándose por hacerlos queribles y carismáticos. Esto se logra con éxito gracias a un guion que los justifica y a una dirección que busca conectarnos emocionalmente con sus historias. El tono general es ligero y sentimental, evitando profundizar en el lado más oscuro de la realidad que enfrentan, optando por una mirada más luminosa y costumbrista.

La gran seducción reconoce su propia naturaleza y juega sus cartas con astucia, centrándose en ofrecer una experiencia agradable y cercana. Aunque no aspira a ser una epopeya cinematográfica, su encanto y carácter la convierten en una experiencia gratificante que deja una sonrisa en el rostro del espectador.