Crítica de “Wham!”, la historia de la banda y amistad de George Michael y Andrew Ridgeley

El realizador Chris Smith imprime mucho ritmo y dinamismo a un documental narrado por los mismos protagonistas con material de archivo exclusivo. Un recorrido por la historia de la banda pero, por sobre todas las cosas, por la historia de amistad del dúo británico.

Antes de formar la mítica banda WHAM en 1981, Georgios Kyriacos Panayiotou y Andrew John Ridgeley eran íntimos amigos en el colegio. Su manera de sobrellevar la vida con una sonrisa los llevó a la música. Ambos se dieron cuenta que tenían facilidad para los ritmos pop y la composición de canciones y crearon un hit tras otro hasta que se separaron en 1986. Pero sobre todo, reconocen complementarse perfectamente por sus personalidades antagónicas.

Además del paseo musical por los clásicos de los ochenta que supieron forjar, Wham! (2023) es un placentero viaje por la vida de un dúo de amigos inseparables que antes de alcanzar la fama eligió divertirse. Vestidos ostentosos, coreografías ridículas, fueron la marca distintiva de la banda. Con el éxito llegaron las chicas y el dúo se convirtió en un icono sexual.

Todo iba perfecto pero George Michael no podía terminar de asumir su homosexualidad públicamente, y la imagen hétero construida en el escenario no lo ayudaba. Su conflicto interno lo llevó a centrarse en el trabajo y se autoexige para perfeccionar los temas, crear un hit tras otro y un álbum mejor que el anterior. La fama lo haría reconocido y eliminaría de esta manera todas sus inseguridades.

A pesar de ello, George y Andrew siguen siendo mejores amigos. Sus propósitos individuales para la banda no parecían interferir en su amistad. Cada uno, a su manera, sigue reconociendo los valores y capacidades del otro, incluso lo expresan en audios y entrevistas televisivas. El documental es una especie de biografía sin golpes bajos, que retrata su amistad sin dramas innecesarios.

Por todo esto, Wham! es un documental exquisito, ya que repasa la discografía de una de las bandas más emblemáticas del universo pop de los años ochenta. Lo hace a través de la cálida relación de George y Andrew, dos amigos que se divirtieron tanto arriba como abajo del escenario, transmitiendo esa energía lúdica que el director Chris Smith capta magistralmente.