Crítica de la serie “Chucky”, un muñeco nada maldito para Don Mancini

El resto es una serie de reiterados y convencionales clichés del género, pensado para un nuevo público adolescente aunque también, para los fanáticos.

Jake (Zackary Arthur) es un adolescente introvertido que le gusta “hacer arte” con muñecos. Su misterioso pasatiempo y dudosa sexualidad lo transforman en blanco fácil de las burlas de sus compañeros de colegio. Así, con la fisonomía de película de preparatoria, la serie creada y escrita por Don Mancini, el mismo ideólogo del muñeco asesino, busca readaptarse a los tiempos contemporáneos y darle un nuevo sentido a los truculentos crímenes.

Chucky es el mismo asesino en el cuerpo de un tierno muñeco infantil, sólo que ahora se transforma también en una suerte de ángel de la guarda del acosado adolescente. Con esta renovación, la serie busca dar vuelta la clásica seguidilla de asesinatos con pizcas de humor. 

Para los fanáticos, el proyecto utiliza nuevamente al muñeco real (y no el creado por CGI de las últimas versiones cinematográficas). No hay ningún renacer del monstruo (se explica velozmente en el prólogo) y con inteligencia se pone de nuevo en línea a espectadores que quieran sumarse a las andanzas del pequeño criminal, en una suerte de seriado eterno e interminable.

Estos “rebusques” de guion se sienten insuficientes para lanzar nuevamente un producto que se percibe agotado, que exploró todas sus facetas (gore y cómica en el tono, secuelas y remake en el formato, animatronic y 3D en los movimientos del monstruo) para acabar siempre en el mismo lugar.

Con un episodio nuevo cada miércoles, Chucky (2021) es una entretenida propuesta para un público nuevo. Para el resto es un seriado que continúa ahora en formato plataforma. Lo cierto es que mientras Don Mancini siga existiendo, Chucky será difícil de matar.