Crítica de "Jason Bourne" y todo vuelve

En esta quinta entrega vemos a David Webb/ Jason Bourne luchando en peleas callejeras y con su memoria recuperada. Pero recuperar su memoria no significa para nada que sea infalible y que pueda poner a la CIA a sus pies, sino que tendrá que lidiar con sus recursos y tratar de averiguar qué fue lo que pasó en su pasado.

El guion es el más simple de la saga, ya que, no renueva el esquema de la trilogía, se presenta un nuevo proyecto del gobierno al estilo Blackbriar o Treadstone y Bourne vuelve para impedirlo y de paso dar respuesta algunas nuevas preguntas que se le proponen. Aún así, es interesante como se mueve entre realidad y ficción la trama de la película sin perder su propia personalidad.

La mano de Paul Greengrass vuelve a trazar similitudes con sus entregas previas, quedando a la altura de La supremacía de Bourne (The Bourne Supremacy, 2004) y Bourne: El ultimátum (The Bourne Ultimatum, 2007), respectivamente, en cuanto a nivel artístico y visual, donde el engranaje de la pareja protagonista/director ayuda a reconocer que hay películas en las que el feeling lo es todo. El regreso de ambos es notable en el resultado final. También lo es el personaje de Heather Lee al que da vida Alicia Vikander, que se incorpora a la saga en un rol de doble juego donde se llega a empatizar con ella sin caer en la melancolía superflua. El personaje más complejo mejor delineado de todos.

Greengrass sigue usando sus planos veloces, que acompañan la acción y las impresionantes persecusiones callejeras. La trama se traslada a Grecia (Atenas) y Las Vegas, saltando espacial y temporalmente, pero manteniendo el interés gracias a una puesta atractiva y donde cada una de las decisiones estéticas son acertadas, pero por sobre todo justificadas y sin necesidad de forzarlas.

Por suerte, el personaje creado por Robert Ludlum vuelve a estar en buenas manos y su pareja principal (Greengrass y Damon) lo vuelven a cuidar como se merece.