Sobreviviendo

Techo y comida

Reposando la mirada en un momento particular de la crisis española, el director Juan Miguel del Castillo crea en Techo y comida (2015) el desgarrador relato de una madre y su hijo que intentan seguir adelante a pesar de todo.

Techo y comida
lunes 07 de marzo de 2016
2012 marcó el fin de la bonanza económica en España, y mientras la burbuja financiera explotaba, millones de personas veían como su situación cambiaba de un día para el otro, sin ningún tipo de apoyo mientras el gobierno decidía financiar a los bancos para superar el momento, retrayendo la ayuda social.En ese contexto Rocío (Natalia de Molina) y su hijo Adrián (Jaime López) intentan salir adelante, y mientras ella esconde la verdadera realidad que enfrentan, pasa las horas del día recuperando de la calle objetos, intentándolos vender, yendo a la caridad para obtener alimentos y repartiendo volantes de una tienda de compra y venta de oro para de alguna manera suplir las carencias que los apremian.Comiendo una vez por día, o quizás cada dos, Rocío entra en un circuito en el que las mentiras que inventa para subsistir comienzan a repercutir en su vida y en la de Adrián, principalmente cuando los dueños del departamento que alquila decidan no darles más tiempo y exigirle por la vía judicial el desalojo por falta reiterada de pago de la renta.Juan Miguel del Castillo narra la historia de Rocío y Adrián con una particular capacidad para detenerse en la cotidianeidad y las rutinas de ambos, y, desde este punto concentrarse no sólo en ellos, sino que también mira hacia el conjunto de personas que de alguna manera los acompañan.Así aparece María (Marian Cordero), una vecina que se desvive por ayudarlos con alguna comida hasta ofrecerles un cable con energía eléctrica para que puedan conectar algunos artefactos cuando les cortan la luz por falta de pago. O Belén (Natalia Roig) una de las madres del colegio que intenta acercarse a Rocío pese a la reticencia de ésta, y con la que mantendrá una relación bastante distante hasta que descubra la verdadera situación de la madre soltera y Adrián.El acercamiento de la cámara a las situaciones, y la urgencia de algunas escenas que se capturan, dotan a Techo y comida de una febrilidad y premura que no sólo terminan por configurar un mapa sobre el cual el espectador se ubicará, sino que permitirán que la imposibilidad de escapar de la narración consoliden la atmósfera opresiva, la misma en la que se encuentran los dos protagonistas y que rechazan la contemplación buscando una toma de posición frente a los hechos que se narran.Natalia de Molina se consolida como actriz con su actuación, y construye su personaje con una naturalidad y aplomo que sólo permiten continuar en la visión de la dura y desgarradora historia que protagoniza, porque en cada mínimo gesto, en cada frase que pronuncia, en cada oración religiosa que replica, y en cada paso que da hacia la búsqueda de alguna salida para el bienestar de su hijo, potencia su actuación a fuerza de mínimos gestos y movimientos reflejados por la cámara, que la envuelve y los enfatiza.Techo y comida busca en su propuesta una explicación a la situación vivida por millones de personas a diario, no se pregunta sobre el cómo llegaron a ese punto, pero sí sobre cómo pueden continuar viviendo mientras buscan dignidad y cierta vía de escape que les permita recuperar sus vidas y su alegría.
8.0
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