El río arrastra cabezas

Marea baja

El realizador Paulo Pécora construye con Marea baja (2013) un relato de aristas pesadillezcas en el delta del Paraná. Muy buen trabajo de Germán de Silva, Susana Varela y Mónica Lairana.

Marea baja
miércoles 30 de julio de 2014
Un extraño llega a un ambiente selvático. Su deambular connota una marginalidad delictiva; un pasado que, como la peor de las pesadillas, se niega a desaparecer. Allí, en medio de una naturaleza que parece no haber sido tocada, encuentra a dos mujeres entre las que se ha tejido una cotidiana rivalidad. En el medio de su estadía de “descanso”, quienes lo persiguen arriban sin ninguna buena intención.Marea baja es una historia de seres erráticos, pero su centro de irradiación está puesto en la naturaleza, en la transmutación de la fallida existencia humana en el ambiente; y viceversa. Tal vez por eso, el omnipresente sonido de los insectos devenga tan funcional y de esta manera nunca aparezca como una “molestia”. Más bien lo contrario: en sus compactos 73 minutos, hay secuencias que se asoman a la redundancia, momentos en los que el drama de los personajes queda opacado por el hastío ambiental.Los encuentros personales están teñidos de desconfianza, pero al mismo tiempo de la urgencia propia de los hombres desencantados. El acto sexual entre el hombre y la primera mujer que encuentra allí no resultará nada sorpresivo; un desahogo en medio de la poco amable existencia. Curiosamente, Paulo Pécora elide ese momento de su metraje. En cambio, se detiene en los insectos y en el río, que parece detenido para siempre. Pero que cuando tiene marea baja, como dice uno de los personajes, revela las cabezas que andan por allí perdidas. La película tiene una buena tarea de composición actoral, lo cual se agradece, dada la concisión gestual que se magnifica ante tanta preponderancia del universo selvático y el detalle con el que es expuesto. Porque Marea baja prescinde de las palabras en la mayor parte de la historia; bastan algunas miradas y actos mínimos que al mismo tiempo son tan reveladores. Al fin de cuentas, el malestar se hace gráfico con sólo mirar alrededor y pensar en sobrevivir. Una suerte de relato de Horacio Quiroga registrado con la lente de David Lynch.
6.0
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