Crítica de “60 minutos”: Corre Octavio corre

La premisa es la misma de Corre Lola Corre (Run Lola Run, 1998): un personaje tiene un tiempo límite para llegar de un punto a otro de la ciudad mientras intentan atraparlo en el camino. 

En este caso Octavio (Emilio Sakraya), un peleador de artes marciales mixtas tiene que llegar al cumpleaños de su hija antes de las 18 horas o su ex pareja le quitará la custodia de la niña. Tiene los sesenta minutos del título para atravesar la ciudad y por eso se baja del cuadrilátero cuando una pelea, que estaba arreglada por la mafia, estaba a punto de comenzar. Los matones intentan atraparlo para subirlo de nuevo al ring mientras Octavio corre desesperado por las calles.

No solo el argumento de 60 minutos (60 minuten, 2024) es similar al clásico Alemán de los noventa, también los recursos audiovisuales que utiliza. La imagen de la pantalla es dividida para contar dos o más acontecimientos en simultáneo, el mapa de la ciudad con el recorrido transitado o por transitar, se reitera en varias oportunidades, y la persecución constante a pie por la ciudad. Como Lola, Octavio se ve obligado a correr por las calles una y otra vez mientras revolea golpes de puño y patadas en el ínterin.

Más allá de estos parecidos con la película de Tikwer, este thriller de acción a contrarreloj sufre del mismo mal que toda película que cuenta una situación límite narrada -supuestamente- en tiempo real: el tiempo se dilata al límite de lo inverosímil y, lo que parece breve en los papeles termina siendo tedioso en el transcurso.

En fin, estamos ante un film que reitera las ideas de un clásico contemporáneo y eso no es malo en sí mismo. El problema es que no aporta nada nuevo y su verosímil se fuerza hasta el límite de lo ridículo, en una película que empieza bien pero pierde fuerza y gracia en su desarrollo.