Crítica de “La noche del demonio: La puerta roja”, el regreso de los personajes originales para una película poco original

La trama retoma las vidas de Josh y Renai Lambert, quienes ya no son pareja desde los traumáticos eventos de La Noche del Demonio: Capítulo 2 (Insidious: Chapter 2, 2013). Josh tiene dificultades para volver a conectarse con el ahora adulto Dalton (Ty Simpkins), quien apenas le habla y prefiere llevar una vida aislada de su familia.

Con el guión a cargo de Scott Teems, conocido por su trabajo en Halloween Kills: La noche aún no termina (Halloween kills, 2021) y Llamas de venganza (Firestarter, 2022), la última película del universo “Lambert” se destacó, por un lado, por la falta de innovación y originalidad en comparación con las entregas anteriores pero con ciertas escenas y secuencias bien logradas que sorprendieron por la poca experiencia de Wilson detrás de cámara. En comparación con sus predecesoras, esta entrega intenta devolvernos a la dinámica de las dos primeras películas, trayendo de vuelta a los personajes originales y dejando atrás a Elise y compañía.

Considerada por muchos como la saga más exitosa en materia de recaudación, sorprende la noticia de unas extendidas vacaciones para la misma. Su productor más importante, Jason Blum, CEO de Blumhouse Productions, empresa productora de todas las películas y de grandes clásicos del terror moderno, habría anunciado que, por el momento, esta sería su última entrega. Si bien no descartan volver a revivirla, es un hecho que no veremos nada nuevo por los próximos años, algo que nunca había ocurrido dentro del proyecto, donde siempre tuvieron en vista la siguiente edición de la franquicia. 

Aunque alcanzó las expectativas pochocleras de la franquicia, La noche del demonio: La puerta roja (Insidious: The red door, 2023) ofrece suficientes sustos y una dirección sólida para mantener a los fanáticos del género entretenidos. Si buscas una mejora de calidad, la cosa cambia un poco. Es lo que le suele pasar a todas las sagas de películas en el momento en que se empiezan a estirar. Entre el cansancio y la falta de creatividad, una tras otra, las entregas infinitas se van muriendo.