Critica de “Megalodón 2: El gran abismo”, la batalla antológica entre un pelado y los tiburones

El director de un centro de investigación oceanográfico junto con un antiguo explorador acuático se embarcan en un viaje a las profundidades del abismo marítimo cuando se encuentran con un gran depredador que quiere poner en orden la cadena alimenticia. 

Luego de convertirse en la película sobre tiburones más taquillera de la historia, el Megalodón vuelve a las pantallas gigantes con un presupuesto moderado de $150 millones y una producción que promete, mínimamente, lograr lo mismo que su antecesora, reventar las salas de cines con escenas sin ningún tipo de sentido pero visiblemente increíbles, algo que recientemente la saga de Rápido y furioso (Fast & Furious) levó a otro nivel. 

La nueva película del gran depredador alfa de los mares, dirigida por Ben Wheatley (In the Earth, 2021), retoma unos años posteriores a los acontecimientos de la primera, repitiendo la misma idea pero con un cast diferente. Jason Statham (El transportador, 2002) retoma su rol con el carisma al cual nos tiene acostumbrados, levantando la película por sobre todas las incoherencias argumentales y la baja calidad narrativa. 

Megalodón 2: El gran abismo (Meg 2: The Trench, 2023) no pasa ningún control de verosimilitud, menos un análisis crítico subjetivo. Falla en lo simple del relato pero se salva por la espectacularidad de la producción y las grandes escenas de acción que la convierten en una referente del cine pochoclero. Cumple con la función más primitiva de este estilo de cine: asombrar visualmente sin pretender más de lo que es. Cuenta con momentos bien orquestados, con sustos bien colocados y varios momentos cómicos que la convierten en una película muy fácil de ver. Tiene una duración un tanto prolongada, quizás le sobra un poco de introducción pero lo compensa con una segunda mitad frenética que no da descanso al espectador. 

El resto del reparto acompaña muy bien, acorde a la película sin eclipsar ni al protagonista, ni al antagonista de la misma. Las bestias generan tensión cada vez que aparecen en pantalla, logrando esa atmósfera de preocupación constante que te mantiene en vilo hasta su conclusión.