Crítica de "Barrio modelo", Mara Pescio y el fin de las utopías

Silvia Villafañe era una mujer de clase social acomodada que luego de un viaje a la Rusia soviética decide dar un giro en su vida. Se muda a un modesto departamento del complejo construido por El Hogar Obrero con el fin de escribir una novela sobre los vecinos que allí residían. Poco a poco se aleja de su entorno familiar y afectivo. La novela nunca llega a publicarse y de Silvia poco se sabe.

Barrio modelo (2022) nace a partir del hallazgo de unos manuscritos, casettes con audios y fotografías de Silvia, tía de la realizadora, en un departamento familiar desocupado, ubicado en los edificios de Villa de Parque. Mara Pescio reutiliza ese material para construir una película que comienza en lo familiar y concluye en lo social. Un rompecabezas familiar al que le faltan piezas y un proyecto social desdibujado a través de los años.

Pescio parte del material encontrado cuando el departamento fue puesto en venta para rearmar la historia de Silvia, pero el retrato se vuelve difuso, esquivo, de la misma manera que el sentido cooperativista del barrio se difumina en el tiempo. Pasado y presente se fusionan a través de los 22 habitantes que aún quedan desde que el complejo fue inaugurado.

De lo individual a lo colectivo, de la utopía de antaño a la realidad presente, Barrio modelo, que desde su simpleza y austeridad, se ve como álbum familiar, pero se lee como un manifiesto político, constituye un mordaz retrato época.