Crítica de "El hombre de Toronto", otro ridículo bodrio de Netflix

Este buddy films, protagonizado por Kevin Hart (que tal vez algún día en un tiempo muy lejano se digne a protagonizar una buena película) y un cada vez más decadente Woody Harrelson, al que le cuesta encontrar un personaje que lo salve del ocaso, es la típica historia donde dos hombres, con ideas opuestas, terminan complementándose entre sí para solucionar un conflicto.

Teddy (Kevin Hart) es un fracasado personal trainer que por un error llega a una cabaña de alquiler temporario donde se está llevando a cabo un acto criminal y es confundido con "el hombre de Toronto" (Woody Harrelson), un matón con técnicas de persuación poco frecuentes para "convencer" a prisioneros involucrados en tramas secretas para que cuenten lo que saben. Tras una serie de enredos, persecuciones y unas cuantas experiencias más que risueñas un tanto desagradables, Teddy y “El hombre de Toronto” conforman un equipo con el fin de limpiar todo el desastre que se armó por la confusión.  

Dirigida por Patrick Hughes, un cineasta al que no se le puede pedir mucho, pero al menos un entretenimiento digno, no logra en esta oportunidad ningún objetivo. Ni siquiera la dignidad. Como comedia aburre y como película de acción es demasiado berreta, incluso aquellas escenas en las que recurre a unos falsos planos secuencia para captar la atención del espectador quedan desdibujadas ante la chatura y previsibilidad de una historia que no solo nunca logra enganchar, sino que hace que uno se pregunte si en realidad el verdadero objetivo de “el hombre de Toronto” era el de torturar a un ingenuo espectador engañado por la gran N roja y sus películas más vistas.