Crítica de "Quien lo impide" y la historia extraordinaria de Jonás Trueba

Jonás Trueba ofrece un híbrido de 220 minutos de duración que entrelaza la ficción con el documental en una monumental historia a lo Boyhood (2014) de Richard Linklater, filmada a lo largo de cinco años y perfilada alrededor de un grupo de jóvenes que crean junto al director un espontáneo retrato sobre uno de los momentos más decisivos en la vida de cualquier ser humano: la adolescencia.

Dividida en tres partes, separadas por dos intervalos de cinco minutos cada uno, Quien lo impide (2021), estrenada la competencia oficial del Festival de Cine de San Sebastián y ganadora del premio a la mejor actuación en Mar del Plata para la mágica Candela Recio, busca construir un puente entre lo improvisado, lo documental y la ficción reelaborada. La estructura se forja a través del intercalado de fragmentos documentales con relatos ficticios. Mientras que, en los primeros, el cineasta español dialoga con los jóvenes, logrando momentos de absoluta espontaneidad y mucha verdad, en las historias de ficción, experimenta a través de las diversas formas narrativas para originar diversas situaciones y conflictos dramáticos entrañables.  

Desde el prólogo pandémico a través de un Zoom, toda una declaración de principios, Trueba ofrece un potente fresco generacional mezclando distintos formatos y cediéndole la palabra a los propios adolescentes, quienes deciden de qué manera y hasta donde quieren ser representados. Lo que se muestra es lo que pasa, pero también aquello que no sucede.

Quien lo impide es una película soberbia, una obra magna, sensible y poética, tan ambiciosa como grandilocuente. Un experimento sobre las emociones compartidas en donde el cine y la vida, se buscan, se persiguen y finalmente se encuentran. Y el resultado es extraordinario.