2019-11-05

Un mal viaje

Bliss

Dezzy (Dora Madison Burge) es una artista plástica que se encuentra en el medio de un bloqueo creativo. En su loft de Los Angeles, mientras trata de sobrellevar sus dificultades económicas, lucha por terminar una de sus obras. Cuando hace una visita a su dealer, éste le provee una nueva droga, que no sólo expandirá las puertas de su percepción, sino que también la sumerge en un descenso a los (y a sus) infiernos.Uno de los problemas que tiene Bliss es que su realizador no parece decidirse respecto a lo que nos quiere contar. Por momentos, parece ser una denuncia acerca del salvaje y mercantilista mundo del arte; pero al mismo tiempo, el relato intenta llevar adelante una reflexión sobre las adicciones y el proceso creativo.En esa faceta, es donde despliega su imaginería visual saturando la pantalla de colores rojos, verdes y azules. Como así también de imágenes destellantes con flashes y luces estroboscópicas, que obliga al realizador a poner una advertencia al comienzo de la película. Sin embargo, este viaje desquiciado para nuestros ojos, termina siendo repetitivo, y resultando meramente en una ilusión óptica más que una herramienta para la construcción del relato. Para completar este combo alucinógeno, hay tríos sexuales, vampirismo y asesinatos. La trama se vuelve tediosa y previsible, y sólo se sostiene gracias al verdadero tour de force que realiza Dora Madison Burge, interpretando a esta artista plástica, soberbia, adicta, depresiva y supuestamente talentosa.Tal vez, para acompañar la propuesta del director, el espectador debería consumir ese Bliss que da título a la película antes de sentarse en la sala. De otra manera, la experiencia se diluye.
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