Perturbada

La cosa empieza bien, con Swayer (Claire Foy) rehaciendo su vida en una ciudad lejana: un nuevo trabajo y ningún ser querido cerca la muestran intentando relacionarse de manera conflictiva con el sexo opuesto. Consciente de ello, recurre a una institución a solicitar ayuda psicológica pero terminan internándola por un negocio entre el seguro médico y la empresa detrás del neuropsiquiátrico. Ahí aparece el quid de la cuestión: el acosador que le generó el trauma se presenta como enfermero para hacerle la vida imposible.Perturbada es una película de guion. ¿Qué quiere decir esto? Que en el guion radica todo lo bueno y lo malo del film. Lo bueno es que siempre la historia tiene preparado un giro argumental para sorprendernos y dejarnos intrigados por el final. Cuestión que nos hace seguir viendo la película sin desprendernos de la pantalla. Lo malo es que justamente el exceso de giros hacen perder verosimilitud al relato. Uno se pone en la situación y tanto cambio extremo hacen poco creíbles los sucesos.Sin embargo la trama se muestra siempre inquietante en cuanto al destino e su protagonista. Soderbergh anticipa desde los primeros minutos la inestabilidad emocional de su protagonista, al mezclar el trauma interno de Swayer con unos lentes que deforman el espacio al mostrar una profundidad de campo con un tinte surrealista en espacios cerrados. De esta manera se nota el esfuerzo por impregnar de dramatismo visual a una película que no puede salirse de la clase B.Sucedía con Efectos colaterales (Side Effects, 2013) también dirigida por Soderbergh, Perturbada es de esos thrillers psicológicos en los que desconfiamos de aquello que sucede desde el primer minuto, cuestión que hace funcionar a la trama. Pero por el mismo motivo lo que podría ser un interesante alegato a favor del #MeToo o una denuncia a las corporaciones detrás del negocio de la medicina, se desdibuja por un producto efectivo que no aspira a otra cosa que ser una fábula de horror. El resultado está a la vista.