Rockstar Ferrara

Alive in France

Alive in France (2018) explora en forma documentalizada el otro costado artístico del hijo urbano de Nueva York. Abel Ferrara se auto encomienda con su banda musical en los bares y calles franceses. Novedoso período en la carrera de este director que trata de redescubrir su cine a través de viajes por el mundo.

Alive in France
martes 17 de abril de 2018
El sabor del éxito que probó con El rey de Nueva York (King of New York,1990) y Un maldito policía (Bad Lieutenant, 1992) durante los 90 (su década más prolifera) ya no sabe igual hoy. Posiblemente la ciudad que no duerme ya le haya quedado chica al oriundo del Bronx. Motivos tiene. Abel Ferrara podría disputarle sin titubear el “control” artístico de Nueva York a Martin Scorsese, Woody Allen y Francis Ford Coppola. Será por ello que los últimos cinco años de su cine están signados por la búsqueda de nuevos horizontes.Con el festival internacional de Mar del plata tuvo la oportunidad de presentar Pasolini (2014), la biopic del influyente cineasta Pier Paolo Pasolini. Luego fue a Venecia para exhibir Piazza Vittorio (Plaza Vittorio, 2016), austero pero profundo documental sobre una de las plazas más carismáticas de la ciudad de Roma. Ahora Alive in France (2017) arriba a BsAs. El (20) BAFICI ubicó esta producción en la competencia de trayectorias.Woody Allen no es el único cineasta que tiene debilidad por la música. Ferrara nos mete en su mundo musical para vivir junto a él y su banda una experiencia distinta a lo que nos tiene acostumbrados. Lo discordante de este registro es que termina siendo tan personal, que es posible perderse fácilmente entre chistes, solo entendidos por los amigos. El documental está estructurado en forma de bitácora viajera. Un día en Toulouse, otro en Paris. Así va girando este cineasta por las calles empedradas de Francia. Con una retrospectiva volcada hacia lo ensayista, hace su propia construcción como artista. Hay escenas que favorecen a la película y otras no tanto. Enclavarse en los bares a oscuras durante largos ratos hace perder la propia definición del titulo del film. Si con Piazza Vittorio había logrado un interesante registro cultural alternativo a Nueva york, aquí se evapora esa magia al darle largo espacio a la banda y sus shows.Cuando es la hora de salir a la calle, recupera algo de esa mística viajera que intenta imprimirle a su contemporáneo cine. Una sonrisa imborrable lo acompaña y hasta se toma con humor el hecho de no conocer bien el idioma galo. A sabiendas de que no hay un relato o fin preciso (el movimiento narrativo surge por única vez cuando intentan conseguir bares adonde tocar), los diálogos reemplazan la historia y la improvisación el guion.Ya lo pone en palabras uno de los compañeros de banda, “este documental es orgánico y espontáneo”. Interviniendo en esa oración, podríamos decir que Ferrara, con edad avanzada, y siempre confiado de conseguir algún rincón del mundo para exhibir su nueva producción, hace lo que quiere.
6.0
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