A Roma con amor

Piazza Vittorio

El director de culto Abel Ferrara continúa su amorío con Italia - aparentemente vive allí desde la producción de la extraña biopic Pasolini (2017) - con el documental Piazza Vittorio (2017), sobre la plaza más grande y emblemática de la capital italiana.

Piazza Vittorio
lunes 20 de noviembre de 2017
Un documental sobre la epónima plaza es una excusa para salir a la calle a entrevistar gente - italianos, inmigrantes, almaceneros, vecinos, paseantes, indigentes, mendigos - y hacer un collage impresionista de opiniones sobre el estado de la plaza, que dobla del corazón de Roma. El tema central parece ser la inmigración, legal o ilegal, y su celebración o repudio por los entrevistados.Hablar de inmigración es hablar de coyuntura social. Depende a quién le preguntan, antes se estaba mejor, ahora se está mejor que nunca, o nada nunca ha cambiado para bien o mal. Algunos asignan culpas libremente a base de racismo o discriminación religiosa. Los inmigrantes intercambian historias de éxito o fracaso y cuentan cuán fácil o difícil es aprender el idioma. Algunos no tienen nada y no se quejan, otros tienen poco y piden más. Un asalto puede ser recordado en clave de drama o comedia. Los tanos lamentan el deplorable estado de la plaza y opinan sobre los responsables, ignorando los viejos noticiarios empalmados por Ferrara que capturan escenas de miseria no tan distintas a las del presente.Cuán importante es la polifonía de voces en la película. Ferrara deja que se acumulen y le den una textura espontánea y verosímil al documental. Le da voz a todos, pero no deja de hacer juicio de valor donde merece. El momento más siniestro se lo lleva una excursión a la sede del movimiento fascista Casa Pound; allí Ferrara se permite ahogar un discurso de ultraderecha con el tamborileo festivo y tribal de la plaza. La reflexión más bonita se la lleva una anciana que lo único que quiere de una plaza es que haya niños jugando.Menos pertinente es la sugerencia de que el célebre director de cine comparte un vínculo intrínseco con los inmigrantes pobres de Piazza Vittorio porque, como se presenta, también es un extraño en tierra extraña. La realidad es que probablemente eso es sólo un truco más de los varios que demuestra para ganarse la colaboración de la gente que quiere meter en su película (“A este lo engachamos gratis,” le dice al camarógrafo luego de pagar 15 euros por 5 minutos a otra persona). Por su parte Willem Dafoe hace acto de presencia, encantando de vivir en Roma con el desafío auto impuesto de no poder depender de su fama o poder en el día a día.Piazza Vittorio es un documental brevísimo - apenas tiene 76 minutos - pero en aquella acotada duración da con un crisol de juicios y prejuicios que demuestran la verdad acerca de la famosa plaza y por extensión la ciudad, el país y, por qué no, el mundo en el que vivimos.
8.0
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