Samuray-S

En Samuray-S Raúl Perrone copia la misma idea pero traslada la historia a una especie de samuráis criollos que vivirán un triángulo amoroso. La estructura es la misma de Blancanieves, con los mismos recursos estilísticos que viene repitiendo en sus últimas películas. Cine mudo, intertitulos, imágenes sucias y de diferentes texturas, uso de una eclética banda sonora con diversidad de ritmos, y referencias al cine mudo en una puesta en escena cargada de teatralidad y artificio. Uno puede destacar la forma que en un punto resulta interesante como la puesta o la estética visual, el trabajo actoral, el uso del espacio o el modo de producción, pero el problema es que después de 15 minutos los recursos se agotan y todo se vuelve reiterativo, tedioso e insoportable.Amado por algún sector de la crítica (que más que críticos se han convertidos en fans elogiando desmesuradamente todo lo que hace sin importar razón alguna) y algunos programadores de festivales (influenciados por esos mismos críticos fans), Perrone peca de repetitivo, provocador, sádico en un punto (se ve que disfruta sometiendo al espectador a este tipo de experiencias) y por supuesto un ególatra que no puede ver más allá de sí mismo.La experiencia de la primera función en el 30 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata da cuenta de esto cuando la gente empezó a huir de la sala a mansalva apenas transcurridos los primeros 15 minutos y los periodistas presentes no paraban de preguntarse qué era lo que estaban viendo. Aunque después escriban lo contrario.