¿Una película escandalosa?

Una loca entrevista

Seth Rogen viene realizando comedias insolentes para una porción bien definida de la sociedad americana desde hace tiempo. La inculta, la consumista de productos masivos y que goza del entretenimiento pasatista sin mayor aspiración. De ahí que todos los diálogos sean alusiones vulgares al sexo (y se mencione por ejemplo la palabra “dick” (pito) cada tres frases). Pero no nos volvamos puristas. Hay quienes disfrutan y hasta se divierten con este tipo de humor corrosivo, y no está mal, va con gustos. El tema pasa por el objeto de la burla.

Una loca entrevista
jueves 19 de febrero de 2015
Si miramos entre líneas Una loca entrevista (The interview, 2014), Rogen habla siempre desde el punto de vista de su público predilecto. Las visiones y críticas atacan tanto al objeto burlador como al burlado. Pero, y justamente por eso, es más efectivo su cine cuando elige algún tema que conoce con exactitud, que le es propio, como en su anterior película Este es el fin (This is the end, 2013), donde representa a un sector específico de Hollywood. Entonces se produce el doble mecanismo de criticar sarcásticamente a emisor y receptor de la parodia.Sin embargo en Una loca entrevista, en sus primeras tres cuartas partes parece parodiar el mensaje bélico norteamericano hacia el resto del mundo: El papel de la televisión americana como transmisor de mensajes, la ignorancia de sus productores, el desconocimientos de política internacional de un sector de la sociedad, los arcaicos planes de la CIA para desbaratar a quienes no propagan las ideas americanas, etc. Pero sobre el final, en ese cuarto de film restante, se reafirma todo lo cuestionado, volviendo ultra conservador (como si se tratase de una película de la era Reagan) aquello que tenía hasta entonces un aire progre, o al menos, distinto.Se abre entonces el interrogante, ¿Una loca entrevista se excede inocentemente en su parodia al líder norcoreano y su régimen, o desde la comedia baja claramente un mensaje belicista anticomunista? La ambigüedad es complicada en este punto, sobre todo porque la censura de la película en Corea del Norte se convierte en una tentación más para promocionar el film en el resto del mundo.¿Qué hay de polémico entonces en la película? Se lo muestra al líder norcoreano jugando al básquet imitando a Michael Jordan, diciendo que The Big Bang Theory es uno de sus programas favoritos y cantando canciones de Katy Perry. Pero también se muestra al personaje como un gran mentiroso e irresponsable capaz de generar una guerra nuclear. Sin intenciones de defender a nadie, la pregunta es ¿por qué Seth Rogen no hace lo mismo con la figura de Obama, o centra sus relatos en la estadounidense cárcel de Guantánamo y sus torturas injustificables? Criticar algo ajeno siempre es más sencillo y menos comprometedor por irrespetuoso que parezca. De hecho la idea de parodiar una dictadura, resulta más efectiva en El dictador (The Dictator, 2012) de Sacha Baron Cohen (Borat, Brüno) que, con un humor similar, parte del país extranjero para criticar la cultura norteamericana concretamente y no al revés.Lo cierto es que Una loca entrevista termina levantando demasiada polvareda que ayuda a su promoción. Por lo demás, es otra simple y llana pavada de Seth Rogen.
3.0
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