Come to my voice

La gran historia del film, la que disparan los narradores en una casa atestada de oyentes, en la que comienza cuando su hijo es llevado por los militares en una injusta razzia, y Berfe (Feride Gezer) decide emprender con su nieta Jiyan (Melek Ulger) un desesperado viaje para lograr la libertad de éste a cambio de un arma.Pero no será fácil, ya que en medio de las montañas se toparán con traficantes, malvivientes y, excepto el grupo de bardos que luego transmitirán su historia, nadie las ayudará.En la intemperie, a través de caminos rocosos y con la clara intención de la liberación de su hijo, Berfe avanza a paso firme y constante, sin medir las consecuencias que para su salud implique tamaña travesía.La cultura turca y las costumbres más profundas y arraigadas son desnudadas por Karabey en cada plano con el que intenta reflejar la desesperación, sin apresurarse, de Berfe y Jiyan, para así lograr que su hijo/padre regrese sano y salvo a su casa.Una suerte de búsqueda del tesoro, en el cual el premio es un arma para canjear, con el contexto de bellas imágenes de paisajes inhóspitos que contrastan con los planos de los humildes hogares de los protagonistas.Cada paso en la montaña y cada frase que se enuncia, que son pocas, aunque el rescate de la cultura oral sea algo primordial, resuena en el espectador con la clara intención de dirigir la atención hacia un lugar diferente al que las escenas poseen.La travesía comienza a doler, y los cuerpos de las protagonistas se muestran cansados y ante la poca viabilidad de conseguir su objetivo, Berfe decide utilizar el dinero separado para su funeral como única opción para la libertad del hijo.El empecinamiento de la madre y la tenacidad de la niña son los dos puntos que hacen más visible un filme que, por momentos, cae en la recurrencia de imágenes de pequeños en situación de emergencia o frases trilladas para generar impacto, pero que se subsana con la poesía de las imágenes que intentan reforzar su hipótesis narrativa.