Mientras estoy cantando

Juan María Pampín es un peluquero del barrio de Almagro. Entre corte y corte ensaya con su guitarra temas ajenos y propios, listo para convertirse en cantante. Pero la cuestión va más allá del simple hobbie: el tipo tiene montado su estudio de grabación casero en el fondo del local.Pero la película de Julián Montero Ciancio no se detiene en el sueño a cumplir sino que busca describir al personaje en todas sus dimensiones: cantante sí, pero también filósofo, y artista. Sus frases son únicas y basta fijar la cámara para que Juan María Pampín comience a expresarse. “Yo no soy peluquero, soy artista. Mi objeto de trabajo es el cabello humano. El más difícil de los materiales, porque viene con un estúpido debajo”.Aquello que parece guionado para un stand-up es el repertorio natural de este particular personaje: “Me complica la simpleza” dice en tono reflexivo y sigue con una serie de máximas de vida “Dios inventó el Alzheimer para que de una vez por todas el ser humano viva el presente”, “La vida es un juego de niños hasta que concebimos uno”.Como todo peluquero reitera sus visiones de vida con seguridad y confianza a quien pase por su local, sea conocido u ocasional. Como toda estrella de rock, demuestra actitud lúdica frente a cámara: Cada tanto corrige el plano, pide corte para armar otra escena o entra en diálogo con su propia película “¿Viste los silencios que hay en el cine argentino? ¿Qué les pasa a esos tipos? El cine argentino es una mierda”. El momento sublime es cuando canta su propia canción basada en una experiencia de vida que no olvida comentar, llamada “Ananá al Champagne”. No sabemos si Juan María Pampín alcanzará el estrellato o no, lo seguro es que más de uno se dará una vuelta por la Peluquería Cromo para conocerlo.