Con ojos migrantes

La jaula de oro

La película del mexicano Diego Quemada-Diez se mete en el submundo de los migrantes ilegales (guatemaltecos, en este caso) que buscan un futuro mejor cruzando la frontera de Estados Unidos. La jaula de oro (2013) tiene un gran punto a favor y es el extraordinario trabajo actoral de cuatro adolescentes.

La jaula de oro
jueves 21 de noviembre de 2013
Hay una imagen angustiante, entre tantas otras, y es la de los hombres que arriesgan su vida por un porvenir. Pero imaginar esa misma situación en niños o adolescentes la convierte en aún más injusta; apenas se comienza a vivir y ya se asume la imposibilidad de una vida digna en el lugar de origen. La jaula de oro cuenta ese momento de traslado sin perder de vista la injusticia, pero, al mismo tiempo, iluminando aquella frágil zona de esperanza presente en sus tres jóvenes protagonistas.Juan, Sara y Samuel son guatemaltecos y no pasan de los 15 años. Viven en una zona marginal y juntan coraje para hacer un larguísimo viaje; la mayor parte de él, trepando trenes. Sara debe cortar su cabello y esconder sus senos con una faja; su condición de mujer le es adversa para asumir tamaña peripecia. En determinado momento se cruzan con Chauk, un indio Tzotzil que no habla ni una palabra de español pero se sumará al pequeño grupo. Con ese equipo formado, la película se internará en una zona cada vez más peligrosa. Ya no se tratará de resistir físicamente, sino de soportar todas las formas represivas posibles (las institucionalizadas y las para-oficiales).Lo más interesante del film de Diego Quemada-Diez es que la edad y mirada virginal (en varios aspectos) de los jóvenes no disminuye la crudeza que late entre ellos mismos. Mucho más inocente que la de ese mundo adulto tan prepotente, desde ya. Pero crudeza al fin; la discriminación, el desprecio, el ejercicio del poder, se harán presente en alguno de los momentos del largo viaje. Sobre todo en Juan, el que parece más decidido a cruzar la frontera. También se gestarán momentos de amistad y sosiego, como es de esperar, además de episodios de jovial enamoramiento.Mientras la película hace orgánica cada una de las líneas del film (la “psicológica”, por decirlo de algún modo, y la de “aventura/social”) todo funciona bien. La cámara se convierte en un amigo más, y a partir de esa mirada el contexto se impone con magnificencia. Los problemas son básicamente dos. Por una parte, el abrupto corte en el desarrollo de uno de los personajes principales y, por otro lado, cierto regodeo con la miseria tercermundista, esa misma que sirve para que los “biempensantes” del Primer Mundo laven un poco de sus culpas.
6.0
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