Mirar el pasado para comprender el presente

También la lluvia

La película de Icíar Bollaín explora el dominio (territorial, social y económico) de Latinoamérica a partir de un relato que trabaja con el cine dentro del cine. Si bien por momentos deriva en el paternalismo y en algunos planteos maniqueístas, También la lluvia (2010) resulta una atrapante narración que abre bienvenidos interrogantes.

También la lluvia
sábado 03 de marzo de 2012
Sebastián (Gael García Bernal) es un joven director que filma una película sobre la colonización de América en… Bolivia. Aunque los extras y varios personajes principales pertenecen a pueblos autóctonos, actúan de habitantes originarios del Caribe. “Así es el cine”, parece ser la frase que ronda en la mente de Sebastián cuando toma elecciones de este tipo. Pero así, efectivamente, es cierto cine al que También la lluvia, tal vez de forma lateral, cuestiona. Un cine que piensa en las tragedias tercermundistas pero que, en definitiva, lo hace desde una concepción eurocéntrica. En varios momentos la película de Bollaín cae en esa misma trampa.Además del director, están en territorio boliviano el enérgico productor Costa (Luis Tosar) junto a los actores y técnicos españoles. Como una inteligente elección del guión, todos fluctúan entre la burla y el desdén por los problemas del país, y la posterior compasión. Claro que algunos de ellos son más proclives a la segunda opción, como el propio Costa. Mientras al comienzo los españoles festejan el “abaratamiento de costos” por el cambio monetario y el pago miserable a los extras, poco a poco la situación boliviana arrasará con los planes. El telón de fondo es la denominada “Guerra del agua” de abril del año 2000, cuyo epicentro fue Cochabamba. Un conflicto que puso en cuestionamiento el encarecimiento de este recurso natural, en plena disputa de la población y las empresas que gestionaron su explotación. Las cosas empeorarán con la aparición de Daniel (Juan Carlos Aduviri), un padre que acompañó a su hija al casting para completar el elenco del film. Allí, el director reconoce su histrionismo y carisma, a tal punto que le ofrece un papel clave. Un rol que tendrá que convivir con su labor de líder de un pueblo enfurecido: Daniel se transforma, de esta forma, en una amenaza permanente para la concreción del proyecto.También la lluvia hilvana con solvencia narrativa el entretenimiento y lo eminentemente social. Los actores son convincentes y todas las piezas encajan en donde deben encajar. Las reflexiones más honestas surgen a partir de las secuencias que deben filmar, en donde se contrapone el peso del pasado y la imagen de los bolivianos sometidos (por el procedimiento fílmico, y por la Historia). Lo más endeble de la película (la de Bollaín) tiene su paroxismo hacia el final, cuando aquello que se denuncia se transforma en la modalidad discursiva del relato. Casi como si la conciencia de los personajes se transmutara en el punto de vista del film, los que al comienzo menospreciaban terminarán mitigando un mal demasiado grande como para curarlo con pequeñas acciones. Y, al revés, ese paternalismo rancio que la película sugería criticar, termina mostrando sus colmillos.
6.0
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