Crítica de "La última mirada": Daño Irreparable

"La última mirada" (2010) no es una mala película como la catalogó la mayoría de la crítica argentina. Puede ser que sea molesta en algunos aspectos pero decir que es mala es no ser objetivo. Está claro que gran parte de la crítica evalúa de acuerdo a su gusto personal (o a los intereses del medio en el que trabaja) sin realizar un exhaustivo análisis de la obra en sí misma y eso muchas veces hace que se cause un perjuicio irremediable.

Crítica de "La última mirada": Daño Irreparable
sábado 31 de diciembre de 2011

La película dirigida por Víctor Jorge Ruiz focaliza su conflicto en un hijo de desaparecidos (interpretado por el actor Eugenio Roig) radicado en España desde su infancia, quien vuelve al país para finalizar el libro que está escribiendo. Sin nada que lo ate y sin familia, se instala en la casa de unos amigos de sus padres en el medio del campo. En la estancia contigua vive un comisario retirado que tuvo una participación activa durante la última dictadura militar. De naturaleza autoritaria, ejerce todo su poder sobre su esposa e hija. Cuando todo parecía seguir su cauce habitual, la presencia del escritor desestabilizará la aparente cotidianidad de cada uno de los involucrados, llegando a una verdad tan dolorosa como necesaria.

¿Por qué la hipótesis de esta crítica dice que La última mirada no es una mala película? Porque simplemente no lo es. Desde el punto de vista narrativo, cuenta bien una historia que muchas veces se ha contado, pero desde otra perspectiva. Se le puede criticar por querer abarcar demasiados temas, pero también es cierto que en este caso, cada uno conlleva al otro. También se puede decir que la historia es demasiado rebuscada e inverosímil. ¿Pero es así o, en las secuelas de la dictadura, la realidad supera a la ficción?

Desde el punto de vista formal, todo es correcto. Por ahí hay cierto abuso de la música para subrayar las imágenes y apelar al golpe bajo, algunas escenas innecesarias con temas que quizás no tengan mucho que ver con el contexto o un exceso de metraje, pero no mucho más. Actoralmente, el nivel es parejo, aunque vale la pena destacar la actuación de Victoria Almeida en el papel de la hija apropiada y Arturo Bonín como el comisario apropiador. Una grata sorpresa es la aparición de Katja Alemann con una interpretación nunca antes vista en ella.

La última mirada no es una mala película, como sostenemos desde el inicio y no paramos de remarcar. Está claro que su temática molesta a quienes fueron cómplices de la dictadura, como es el caso de algunos medios periodísticos hegemónicos que carecen de objetividad, y también a algunos críticos que evalúan de acuerdo a sus gustos, intereses personales o amistades con los responsables de las películas. Lamentablemente, esto es así y La última mirada es víctima de la falta de objetividad que hoy en día también atraviesa la devaluada crítica cinematográfica, muchas veces en manos de quienes se sienten más estrellas que las propias películas.

6.0
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