Crítica de "Domicilio desconocido": Corazones Salvajes

"Domicilio desconocido" del director coreano Kim Ki-duk (Hierro 3, El tiempo, El arco) logra poner al genial realizador por encima de todas las miradas críticas, presentando una de las películas más duras sobre la guerra, el desamor y la miseria humana.

Crítica de "Domicilio desconocido": Corazones Salvajes
viernes 17 de abril de 2009

Una madre soltera que le escribe cartas al padre de su hijo, un soldado americano del cual desconoce el domicilio; se cruza con la historia de una familia de campesinos cuya hija entabla una relación amorosa con un marine estadounidense; conjugándose con solo la maestría que Kin Ki-Duk puede otorgarle a un drama, donde la lírica y el dolor se fusionan en imágenes tan oníricas como reales.

Kim Ki-duk traza un mapa sobre la violencia oriental mutada con la denominación occidental a través de la construcción de personajes marginales, carentes de amor, que buscan la redención en lo que perdieron y saben que no encontrarán. Chang-Gug es mestizo (hijo de coreana y americano) descarga la ira que sufre contra su madre, esta pasa sus días buscando al padre con domicilio desconocido.

Pero Chang-Gug también es golpeado, su jefe y novio de su madre, el carnicero de perros (asesina perros a golpes para luego vender la carne) lo acosa constantemente y él no sabe como defenderse. Mientras tanto en un paralelismo de lo que podría ser el pasado de esta historia, una joven ciega de un ojo se entrega a un soldado americano como escapando de la mediocridad a la que está condenada su vida.

El realizador, en una jugada magistral, provoca constantemente con las imágenes, pero dejando fuera de campo la violencia explicita a la que se someten cada uno de los personajes; aunque manteniendo lo implícito en el campo visual, donde la tensión y el nerviosismo de cada uno estos personajes provocarán un estado de rigidez casi constante en el espectador.

El film presenta una puesta en escena minuciosamente estructurada, donde cada movimiento, cada plano, cada encuadre, cada una de las secuencias se encuentran milimétricamente controladas por el director como si se tratará de un teorema matemático. La severidad de los movimientos está compensada por las inclinaciones de cámaras, el excelente manejo de la iluminación y la justa utilización de una banda de sonido que se repite de manera constante en cada una de las escenas claves.

Kim Ki-duk retoma, en esta realización del 2002, su etapa más violenta, pero dejando de lado la morbosidad de las imágenes, se centra en el mundo interior de un grupo de seres cuyas almas están libradas al azar de un golpe de suerte, que como en toda tragedia nunca llegará. Excelente.

10.0
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