Crítica de "Si esto fuera amor", de Patric Chiha

Quince jóvenes bailarines se preparan para salir a escena en una representación colectiva inspirada en las raves de los años 90. La cámara se mueve cerca de los rostros, de los cuerpos, de los movimientos. Un cuadro viviente que la coreógrafa Gisèle Vienne compone con una precisión milimétrica guiando a sus bailarines durante los ensayos grabados por Patric Chiha.

El director, que manifiesta una sensibilidad atípica para capturar los movimientos más profundos, transmitir las sensaciones más violentas y exaltar un tema que muchos hubieran tratado de forma trivial, entrecruza la danza con algunos momentos de intimidad tras bambalinas, para así mostrar la fragilidad de los límites que separan el arte de la vida a través de sus extrañas e íntimas relaciones. La escena musical parece mezclarse con la vida o viceversa.

Si esto fuera amor, un documental tan hipnótico como emocionante, apuesta por aproximar al espectador hacia el interior de un mundo críptico, ajeno, pero tan contundente como estimulante.