2018-09-10
Esto si es un golpe
El Proceso, historia de un golpe
Ramos (Brasília, Um Dia em Fevereiro,
1995), en cuya filmografía anterior ya trabajó sobre cuestiones
políticas-judiciales de su país, se centra en en el proceso de
impeachment que terminó con la destitución a la presidenta de Brasil Dilma Rousseff el 31 de agosto de 2016. Hay
dos palabras que podrían definir a El Proceso, historia de un golpe, la urgencia y la
contra información. Filmar en el mismo momento en el que ocurren los
hechos y mostrar todo aquello que los medios evitaron o tergiversaron de
acuerdo a sus intereses. El recorte de El Proceso, historia de un golpe comienza con la
sesión de la Cámara en que el alejamiento de Rousseff
fue aceptada por una mayoría exaltada y emocionada, que a menudo recordó
en sus votos favorables a Dios, la familia e incluso figuras siniestras
de la historia brasileña, como dictadores y torturadores. Ramos
filma la monotonía del juicio a la ex presidenta de abril a agosto,
solo entrecortado por imágenes tras bambalinas, que se alternan entre
reuniones de la defensa - con la presencia constante de los senadores Lindbergh Farias y Gleisi Hoffmann, además de José Eduardo Cardozo, entonces abogado general de la Unión -, y momentos de descentración, como la imagen de la abogada de la parte acusatoria Janaína Paschoal,
tomando una chocolatada o relajada entre un debate y otro, siempre
evitando interferir, mostrando lo que sucede en ambos lados, sin
entrevistas a cámara, ni una voz narradora que sirva de guía ni conduzca
el relato con tendenciosidad, solamente utilizando intertítulos para
ubicar al espectador en cada uno de los espacios temporales. Tampoco se
nutre de material de archivo, ni del emitido por los medios, exceptuando
algunas tomas registradas por las cámaras del canal de televisión del
senado. Y en ese sentido se diferencia de otros documentales que
trabajan la contra información pero funcionando como una forma
contestaría a lo que muestran los medios. En El Proceso, historia de un golpe hay
una estética de la ética, y eso es lo que lo vuelve un trabajo valioso,
sin maniqueos, cuyo principal atractivo es darle al espectador la
sensación de ser testigo de los entretelones de un acontecimiento
histórico. Y que sea el propio receptor del mensaje quien saque sus
propias conclusiones a partir de lo que se muestra. Que no es más que
como sucedieron los hechos. Algo que el periodismo televisivo debería
aprender.
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