2009-06-12

Contundente film italiano

Gomorra

Poder tremendo, el de la camorra tiñe el destino de toda la población.  Garrone se focaliza en una suerte de monumental barrio al estilo de los monoblocks locales.  Por allí deambula Don Ciro, enviado que reparte una pequeña cantidad de dinero a los familiares de quienes han trabajado para la camorra y terminaron en la cárcel.  También está Totó, un niño que ha crecido viendo cómo todos juegan con las armas, al igual que Marco y Ciro, cuya falta de escrúpulos los lleva a dar varios pasos en falso.  La película señala cómo este poder despótico es rizomático: si tiene centro, es difuso, y es imposible mantenerse al margen.  La puesta se organiza sobre distintos ejes, y el realizador sostiene una trama contundente pero que elude el golpe bajo, puesto que la violencia que despliega es funcional al mundo presentado.  En la manera en la que el guión desmenuza la trama de poder está la mayor dimensión política de la película: explícita en su registro, pero jamás en el modo en el que se concatenan los episodios.  Su impacto elude la explicación fácil, maniquea.  Otros personajes parecen “salvar” la moral del conjunto: en especial Roberto y Pasquale.  El primero, es un graduado universitario que ha obtenido su título gracias al sacrificado esfuerzo de su padre.  El ingreso a un mundo laboral turbio le pondrá ante los ojos el mundo de la mafia como nunca antes.  El segundo es un  sastre que busca un crecimiento laboral tratando de colaborar con la competencia.  Pero las cosas salen mal. Film con moral, jamás moralista, Gomorra se inserta como el reverso fundamental y constitutivo al mundo globalizado civilizado y de avanzada.  Lejos de ofrecer un final consolatorio o paternalista a la manera de Babel, su construcción se cimienta sobre una minuciosa observación de una organización local que –al mismo tiempo- habla del estado del mundo.  En cuanto a esta cualidad, algunos exponentes en el relato son la visualización del destino de los vestidos que hace Pasquale, pero también la dimensión destructiva de las armas manipuladas por Marco y Ciro, o los logrados planos generales que muestran ante los ojos de Roberto cómo los residuos del primer mundo se depositan en terrenos cercanos a poblaciones humildes de la forma más obscena. Si dobláramos a estos soberbios actores con un castellano neutro, creeríamos que la historia no transcurre en Italia, sino en algún barrio marginal del conurbano.  La cámara de Garrone le imprime todo el nervio al relato, en una suerte de realismo crudo que se sostiene durante todo el metraje.
Te puede interesar