Crítica de "La vuelta al campo", documental de Juan Pablo Lepore sobre las luchas campesinas por el buen vivir

La vuelta al campo (2020) se estructura a partir del estudio de diferentes casos en poblaciones que desde la problemática del desalojo o la falta de vivienda se organizaron colectivamente para habitar tierras abandonadas y producir alimentos orgánicos. Así, el relato se adentra en el interior de movimientos populares de diferentes regiones del país, como también de Brasil, corriéndose de la estigmatización mediática que se esconde detrás de las mal llamadas “ocupaciones ilegales”, para conocer los diversos mecanismos legales que exponen cuáles son los verdaderos intereses de aquellos que ejercen un reclamo de propiedad muchas veces amparado en una falsa legalidad.

Por otra parte, el documental, que se nutre de una estética visual sumamente cuidada en su fotografía que se complementa con un montaje dinámico y una banda sonora que funciona como un elemento necesario, también pone en discusión la ausencia de políticas públicas para la agricultura campesina, y visibiliza otros modelos alternativos y exitosos de producción de alimentos que reemplazan al del agronegocio.  

El realizador, que a lo largo de su obra ha abordado problemáticas vinculadas a la redistribución de tierra, la soberanía alimentaria, las desigualdades y la explotación laboral como en Sin patrón, una revolución permanente (2014), La jugada del peón, el agronegocio letal (2015), Olvídalos y volverán por más, megaminería y neoliberalismo (2016) o Agroecología en Cuba (2017), demuestra una vez más su preocupación por las luchas de base y ambientales, y lo hace utilizando al cine y sus mecanismos como herramienta de transformación sociocultural.