Crítica de “Los amantes astronautas”: Marco Berger y la odisea de un amor histérico

Desde el momento en que Pedro se ve arrastrado a un juego de celos improvisado por Maxi, el espectador es transportado a un mundo donde las líneas entre la realidad y la ficción se vuelven borrosas. Lo que comienza como una artimaña histérica para provocar a una exnovia pronto se convierte en algo mucho más profundo y significativo.

Berger, como una constante a lo largo de su obra, aborda la homosexualidad masculina con una perspectiva audaz y poco convencional. En lugar de naturalizar o trivializar la atracción entre los protagonistas, opta por colocarla en el centro mismo de la narrativa. Aquí, la sexualidad no es un mero accesorio o un elemento secundario; es el motor que impulsa la trama y da forma a las vidas de los personajes. El director se sumerge en las complejidades y contradicciones del deseo, revelando así una panorámica rica y multifacética de la experiencia humana. En su exploración, no teme adentrarse en las zonas grises, desafiando al espectador a confrontar la verdadera naturaleza del amor y la identidad.

Protagonizada por Lautaro Bettoni y el español Javier Oran, la película se deleita en la incomodidad y la tensión que rodea al deseo, convirtiéndolas en elementos clave de su narrativa. Berger se niega a domesticar esta fuerza poderosa, prefiriendo en su lugar revelar su naturaleza esquiva y a menudo conflictiva. En un mundo donde la homosexualidad a menudo se retrata de manera estereotipada o simplista, Los amantes astronautas desafía las normas establecidas y abraza la complejidad de la experiencia humana.

Los amantes astronautas trasciende el género de la comedia romántica para convertirse en un estudio perspicaz sobre el deseo y la identidad. Berger se consolida como un cineasta visionario que rechaza lo convencional, prefiriendo explorar los rincones más profundos y desafiantes del alma humana. En un panorama cinematográfico donde la representación LGBTIQ+ a menudo cae en simplificaciones y estereotipos, Berger destaca al resistirse a conformarse con clichés. En su lugar, nos sumerge en un mundo donde las emociones se entrelazan de manera compleja, invitándonos a reflexionar sobre la verdadera naturaleza del deseo y la conexión humana.