Crítica de “Leo”, un lagarto contra el bullying de Adam Sandler

Algo de comedia y algo de musical sobrevuela en la trama de Leo (2023), una película infanto juvenil dirigida por Robert Smigel, Robert Marianetti y David Wachtenheim, que trabaja la temática del bullying en la preadolescencia.

Estamos en un colegio primario de Florida, el lagarto Leo (voz de Adam Sandler) y su compañera la tortuga, son las mascotas del último grado. Los chicos están por finalizar sus estudios cuando su maestra embarazada pide licencia y deben culminar el año con una suplente anciana y de estrictos métodos de antaño. La docente decide que cada estudiante se lleve un día a Leo a su casa. Éste aprovechará la oportunidad para escapar del cautiverio en el que vive.

Sucede que Leo tiene 74 años y anhela conocer el mundo exterior antes de morir. Para eso se comunica con cada uno de los chicos que sufren bullying y se convierte en una suerte de consejero emocional para que superen sus conflictos y se fortalezcan frente al resto. De este modo se gana el cariño del curso, incluso frente a la maestra suplente y sus prácticas restrictivas.

Con humor y encanto, esta película se centra en una problemática infanto-juvenil muy común en la preadolescencia. El lagarto pone voz (y la escucha) a los niños cuando los adultos no llegan a socorrerlos, y se convierte en un entrañable personaje. Claro que el humor políticamente incorrecto de Sandler ayuda a que la trama no caiga en una ternura empalagosa de este tipo de producciones, siendo atractiva y hasta irreverente por momentos.

Con este equilibrio justo, Leo (película y personaje) no cae nunca en el exceso de canciones con moraleja ni tampoco en el humor escatalógico propio del comediante. Hay que aclarar que tampoco estamos ante una producción brillante ni mucho menos, pero entrega un personaje con todos los tópicos del lagarto (perezoso, de movimientos lentos, dubitativo) que reflexiona como un viejo sabio ante los niños. Un lagarto ideal para futuras continuaciones.