Retratos

El Pepe, una vida suprema

El Pepe es el apodo del ex presidente uruguayo José Mujica, que gobernó el país sudamericano entre 2010 y 2015. Emir Kusturika, dos veces ganador de la Palma de Oro, empezó a trabajar en el documental durante los últimos meses de Mujica en el gobierno. El Pepe, una vida suprema (2018), proyectado fuera de competición en el Festival de Cine de Venecia, gira en torno a una serie de conversaciones entre estos dos titanes.

El Pepe, una vida suprema
domingo 08 de diciembre de 2019
Mientras charlan, vemos a El Pepe cocinar, pasear a sus perros y mostrar su amor por la horticultura. La “vida suprema” del título sugiere una película que recoge los detalles de la vida de El Pepe para que el público descubra lo que lo hace extraordinario. Sin embargo, los espectadores que esperen un resumen completo, quedarán profundamente decepcionados. Kusturika no suele ser repetitivo, especialmente en sus documentales sobre sudamericanos célebres, donde opta por retratos impresionistas en lugar de detalles fotográficos. Cuando hizo su película sobre el futbolista Diego Maradona, estaba obsesionado con la “mano de Dios”, el gol que marcó el poderoso argentino contra Inglaterra en el mundial de 1986 y que conectó el juego sucio con la Guerra de Malvinas.El Pepe tiene una sensibilidad mucho más dulce. Un Kusturica adulador está muy enamorado de la relación entre el Pepe y su sabia compañera, Lucía Topolansky. Hasta incluye un montaje fotográfico, muy emotivo, que muestra la vida en común desde su juventud hasta hoy. En su vida doméstica, vemos evidencias de la modestia que le dio la fama. En el jardín de su granja practica las mismas ideas y modales que en el ámbito político. Kusturica muestra a El Pepe dando conferencias en Costa Rica, México y Estados Unidos en calidad de hombre de estado.La mayoría de los datos biográficos aparecen con naturalidad. Cuando Mujica menciona sus años en prisión durante la dictadura uruguaya, una historia que Álvaro Brechner cuenta con más detalle en La noche de 12 años (2018), obliga al director a tratar el tema desde una perspectiva histórica y abstracta, ya que mezcla fotogramas de Estado de sitio, el drama político de Costa Gavras de 1972, como representación de la época. Pero, ante todo, Kusturica está feliz de sentarse, fumarse un cigarrillo y dejar que Mujica tenga su momento.
8.0
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