Por amor a la música

Nace una estrella

La construcción de los ídolos musicales siempre ha funcionado en el cine. El interés de los espectadores por ver en la pantalla grande el épico ascenso a la fama ha generado varias propuestas siendo Nace una estrella (A star is born, 2018), un clásico dentro de este subgénero.

Nace una estrella
martes 09 de octubre de 2018
Si en las primeras versiones el amor era el impulso narrativo, la música convertiría más adelante a la pasión en un drama musical, el cual en esta oportunidad es revisado por Bradley Cooper con varios méritos delante y detrás de cámara.Uno de ellos es la elección de Lady Gaga (histriónica, una bestia cantando) como en su momento se escogió a Barbra Streisand. Estratégica decisión para evitar justificar playbacks o paupérrimas interpretaciones que demuestran que la historia de amor entre un músico famoso que se topa por casualidad con una joya en bruto a la que ayudará a brillar, es apasionante en la época que se la cuente.En el desarrollo de la trama, con una potente mirada acerca de las relaciones tóxicas, necesarias y a la vez peligrosas, hay espacio y tiempo para empatizar con los dos protagonistas, uno con su lucha por salir adelante, el otro con el dolor que lleva en silencio.No hacen falta, eso sí, en esta puesta al día, los grandes diálogos o demasiados movimientos de cámara, ni mucho menos juegos estilísticos (travellings y paneos), al contrario en Nace una estrella, la música y el vínculo entre los protagonistas marcarán el ritmo de un relato previsible y ya visto una infinidad de oportunidades, pero que funciona gracias al compromiso de los actores. Lady Gaga emociona y transmite su fuego como Ally, una mujer que aún vive con su padre, trabaja en algo ajeno a su vocación por la música y conoce a la megaestrella Jack (Bradley Cooper), un perdido intérprete, con un pasado oscuro y que cae continuamente en situaciones complicadas.Nace una estrella recorre con solvencia los mecanismos de producción de los ídolos populares y los caminos en los que se incluye a los mismos con un registro íntimo de los personajes. El guion de Eric Roth, Will Fetters y el propio Cooper enfatiza en la artificialidad con la que Ally comienza a dar sus pasos en el mundo de la música y su exposición mediática, pero también en el abismo en el que Jack cae al instante por celos y odio.Con un arranque potente, en el que la música atrapa y envuelve al espectador, esta producción de Clint Eastwood no hace otra cosa que contar la pasión desde la crudeza, desde el sentimiento más visceral con el que se identifican Ally y Jack. Esa potencia inicial se diluye a medida que la cotidianeidad toma lugar en el relato, tal vez una innecesaria necesidad de humanizar aún más a los personajes.Cooper transmite el amor entre ambos con oficio en su debut como director. Pero también los miedos y las miserias que acompañan al éxito: Las ausencias, las mentiras, el ridículo (atención a la escena en los premios Grammy) desplazan el foco de las versiones predecesoras.
7.0
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