Crítica de "Harry Potter y las Reliquias de la Muerte (Parte 1)": La magia se acabó

La historia continúa con Harry y sus amigos, ya bastante crecidos y lidiando con las hormonas en ebullición, enfrentándose una vez más a los malos que cada vez se vuelven más malos. Entre medio, surgen los típicos problemas de los adolescentes, independientemente de la magia: amores, rechazos, besos, caricias y histeria, todo tiñe a Harry Potter con temáticas que buscan entretener a aquellos que comenzaron su viaje en el mundo "potteriano" como niños y hoy son tan adolescentes como los propios Daniel Radcliffe o Emma Watson.

David Yates nos presenta una versión deslucida, llena de grandes baches narrativos. Es evidente que la necesidad de los productores de estirar el final para convertirlo en dos películas jugó en su contra, generando un producto final desparejo, plagado de escenas recurrentes y diálogos banales. Un ejemplo de esto es la única y desconcertante aparición de Matthew Lewis, conocido por su papel como Neville Longbottom, que resulta injustificada y fuera de lugar.

La película se tiñe de un aire sexual implícito, aprovechando la juventud y fama de Radcliffe, luego de su polémico desnudo en la obra teatral Equus. Visualmente, Las Reliquias de la Muerte es sugestiva, tanto estéticamente como en su construcción tempo-espacial, conduciendo al espectador por diferentes espacios y épocas históricas de manera simple y efectiva.

Harry Potter y las Reliquias de la Muerte (Parte 1) es más de lo mismo pero peor: una historia larga y aburrida que podría haberse contado en mucho menos tiempo y en una sola versión. Sin embargo, para los productores y los fans que desean que la historia continúe, la saga seguirá su curso.