Crítica de "Miss Tacuarembó": Natalia, siempre Natalia

Dentro de un cine carente de ideas, estéticas y estilos narrativos distintos aparece la chispa renovadora que desde años luz no se percibía por estos lados del universo. El uruguayo Martín Sastre toma lo mejor de los grandes maestros del cine moderno para crear una de las mejores películas que ha dado la industria en mucho tiempo. Basada en el libro homónimo de Dani Umpi, "Miss Tacuarembó" (2010) es una bocanada de aire puro dentro de un circuito donde el riesgo parecía no existir.

Crítica de "Miss Tacuarembó": Natalia, siempre Natalia
martes 13 de julio de 2010

Natalia vive en Tacuarembó (Uruguay) y tiene un sueño: cantar y ser famosa. La vida transcurre y ese sueño que la acompaña desde niña parece cada vez más lejano. Pero como decía Berugo Carámbula, los sueños sueños son y si uno lucha por lo que desea, se harán realidad.

Miss Tacuarembó es una extraña miscelánea que resulta imposible de no asociar con grandes artistas que supieron ofrecerle al cine un estilo propio. Cineastas que con sólo ver unos minutos de sus films se puede llegar a distinguir claramente su firma, sin la necesidad de un intertítulo aclaratorio. La primera etapa de Pedro Almodóvar, el Woody Allen de Todos dicen te quiero (Everyone Says I Love You, 1996), algunos elementos referenciales de lo más experimental de Federico Fellini, Michel Gondry, el Spike Jonze de ¿Quieres ser John Malkovich? (Being John Malkovich, 1999), la factoría de Andy Warhol. Creadores a los que Martín Sastre sin duda supo extraerles lo mejor de sí para proporcionarle un toque personal y lograr un híbrido que excede las asociaciones y las claras referencias para convertirse en un film único e inconfundible dentro de su género.

Concebida como una comedia musical, Miss Tacuarembó es un desliz de alegría y colorido que se manifiesta a través de la estética ochentosa que se le imprime, pero que a la vez nos brinda diálogos ácidos cargados de una crítica feroz hacia los preceptos de la Iglesia, cuya negación de la realidad y los cambios impuestos por el avance del tiempo la hacen retroceder en el tiempo. Mientras en Argentina se debate el matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo, Miss Tacuarembó aterriza como anillo al dedo cuestionando desde el absurdo la falta de tolerancia de quienes se dicen enviados de Dios en la tierra y que en realidad no son más que fanáticos religiosos cegados por el poder que pierden día a día.

Desde lo técnico, el film plantea una estética pop inspirada en los años 80 que abarca desde canciones retro -compuestas por el líder del grupo musical Miranda Ale Sergi- hasta un vestuario sobrecargado de colores y accesorios, acompañado por una puesta de cámaras asociada al videoclip y a ciertas formas de encuadrar características de los teleteatros latinoamericanos. Para iluminar las dos épocas en las que está narrado el film, que abarcan la infancia de la protagonista y el presente, Sastre utilizó una luz que en el pasado se aprecia como si fueran viejas fotografías mientras que en el presente la tonalidad irradia brillo y un fuerte contraste.

Natalia Oreiro halló la horma para su zapato: si quedaba alguna duda de su talento actoral llega el momento de rebatirlas. No es uno sino dos personajes los que interpreta en el film y mientras uno se asocia a su personalidad, el otro está concebido como su antítesis. Natalia es "Cristal" pero a la vez es Cándida López, una fanática religiosa con delirios místicos capaz de concebir los peores actos en nombre de Dios (alguna similitud con la realidad es pura coincidencia). Mientras uno de los personajes derrapa naturalidad, el otro se construye desde el límite del absurdo pero sin resultar creíble.

El elenco también lo conforman Mike Amigorena como un Dios cercano a la lejanía que nos quieren imponer, la española Rossy de Palma – ¿un guiño almodovariano?-, la venezolana Jeanette Rodríguez, Mirella Pascual, Melina Petriella junto a los niños Mateo Capo y Sofía Silveira, pero sin duda la gran revelación del casting es el genial Diego Reinhold, quien demuestra todo lo histriónico que puede ser un actor atribuyendo a su personaje los más diversos matices sin por eso caer en el estereotipo y el cliché.

Uno nunca sabe lo que el espectador quiere y busca en el cine, pero lo cierto es que si lo quiere es pasarla bien, Miss Tacuarembó es una gran película que lo va a divertir, lo va emocionar y va a conseguir que al menos se vaya a su casa con una sonrisa. Para cantar y bailar, para reír y llorar, una historia que lo hará sentirse vivo.

10.0
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