2017-04-19
Con las alas del alma
La vida de Calabacín
El tranquilo Courgette (Calabacín), llamado en realidad Icare, nunca
conoció a su padre y llega a les Fontaines con su ciervo volador bajo el
brazo después de haber matado por accidente a su madre, una alcohólica
agresiva. En su nuevo hogar, lejos de la ciudad, empieza a conocer a sus
compañeros en la desgracia. Los padres de Simon se drogan todo el
tiempo, el padre de Ahmed está en prisión después del robo a una
estación de servicio, la madre de Jujube llegó a un estadio avanzadísimo
de delirios maniaco-depresivos, la de Béa fue expulsada a África y
Alice aún tiene pesadillas con "cosas asquerosas" cometidas por su
padre. En cuanto a la hermosa Camille, de la que Courgette se enamora de
inmediato, asistió al asesinato de su madre a manos del padre y
posteriormente al suicidio de este último. "Se ve en sus ojos que ya lo ha visto todo".Resumidos
de este modo sus precoces encuentros con la crueldad del mundo, los
siete niños podrían haber figurado en una obra del realismo
cinematográfico social más sombrío. Sin embargo, es más dulce y solar el
camino escogido por Claude Barras en esta adaptación a cargo de
Céline Sciamma (que corrobora así la precisión de su escritura tras la
trilogía sobre la adolescencia que firmó con Naissance des pieuvres, Tomboy] y Bande de filles) de la novela Autobiographie d’une courgette, de Gilles Paris.
Al contrario que el paradigma habitual que se salda con retratos del
lugar de acogida como un espacio de maltratos agravados a la Oliver Twist,
les Fontaines constituye un cobijo de paz, propicio a la
reconstrucción, a la tolerancia y a la amistad: un acercamiento positivo
de la negrura del pasado que no es en ningún caso una edulcoración de
las heridas rabiosamente profundas que estos niños portan. En efecto,
éstas afloran sin invadir el primer plano, haciendo acto de presencia
principalmente mediante silencios y miradas. Así, la película evita la
trampa de la sobredramatización, trata con habilidad temas de duras
consecuencias (el vacío afectivo, la familia de acogida, el derecho a un
hogar, la adopción, etc.) y puede desplegar aún mejor la sencillez de
su punto de partida poético y tiernamente empático y su humor
bienaventurado.Esta tranquila destilación de su enorme potencial
emocional aparece en La vida de Calabacín efectuada gracias a un control
impresionante del arte de la animación en stop-motion y el maravilloso
juego de contrastes entre sus "personajes-marionetas", muy bien
estilizadas y de un naturalismo total en sus diálogos y en sus voces. A
ritmo de plano secuencia, la cinta explora un territorio intimista muy
alejado del que reina en la animación contemporánea, a base de velocidad
y espectáculo. En los ojos inmensos de Courgette y de sus amigos se
mezclan la aguda consciencia de la violencia del mundo y todas las
virtudes regeneradores de la amistad y de la proyección en un futuro
mejor, como un espejo para los espectadores, que algún día fueron niños.
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