2017-03-05
Aquilea
Invasión
Invasión es una película vanguardista para la época, pero no es ése su mayor atractivo, sino la firmas que acompañan a Hugo Santiago. La trama le coresponde al director de culto argentino junto con dos figuras clave de la literatura: Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Borges, también, el autor del guion, en una, la más conocida, de sus cuatro incursiones en este oficio. Los
invasores que se describen en la película son personas totalmente
normales, sólo distinguibles de los componentes de la resistencia por
una tendencia a vestir gabardinas de color claro. En un momento, uno de
los protagonistas comenta con Don Porfirio que no merece la pena
defender la ciudad, porque sus propios habitantes no quieren ser
defendidos. "Lo que les vamos a vender les gusta", comenta en otra
secuencia uno de los invasores a este mismo personaje. Se trata de un comentario que sin duda recuerda al peronismo y contra el que Borges
se pronunció con más o menos sutileza sistemáticamente. Pero en esta
película, estrenada en 1969, ambientada más de 10 años antes en una
ciudad ficticia que no se molesta en disimular que es Buenos Aires, se
prevé también lo que estaba por llegar al país: una invasión muy real
por parte de los militares. Las torturas con electricidad de los
invasores a los miembros de la resistencia que se dibujan muy levemente
en el film pasarían de la gran pantalla a la vida real apenas siete años
después, aunque esto Borges no podría saberlo. A pesar de que cuando se rodó la película, el autor de El Aleph
ya estaba muy cerca de la ceguera, no es de extrañar que hiciera sus
pinitos como guionista, ya que es conocido su amor por el séptimo arte.
En la década de 1940 ejerció de crítico cinematográfico y publicó
algunas de sus reseñas en la revista Sur, muchas de ellas recogidas en
el libro Borges y el cine de Edgardo Cozarinsky. Una de las críticas más conocidas es sobre El ciudadano (Citizen Kane, 1941), que incluye párrafos como éste: "Me atrevo a sospechar, sin embargo, que El ciudadano perdurará como perduran ciertos films de Griffith o de Pudovkin,
cuyo valor histórico nadie niega, pero que nadie se resigna a rever.
Adolece de gigantismo, de pedantería, de tedio. No es inteligente, es
genial: en el sentido más nocturno y más alemán de esta mala palabra". Por
último, un detalle más por los amantes de lo borgiano. En la película
se puede apreciar otra de las facetas del escritor: la de compositor de
milongas. En la de La muerte de Manuel Flores, que se escucha en el film, hay joyas como ésta: "Y sin embargo me cuesta / decirle adiós a la vida/ esa cosa tan de siempre/ tan dulce y tan conocida".
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