2015-04-17

Jóvenes editados

Ragazzi

Para Perrone los jóvenes son la materia prima de una película que además abusa de excesos y herramientas en post-producción para darle aún más sentido a aquello que quiere narrar. No por nada el realizador ha sido uno de los directores que mejor ha trabajado el fresco de la sociedad del conurbano bonaerense y principalmente los códigos que manejan los jóvenes.Ragazzi es casi un aguafuerte en blanco y negro que bucea en lo más común de sus protagonistas para contar dos historias ancladas en el amor, pero que en realidad intenta superar esta veta para ir más allá y hablar de un estado crítico de los protagonistas. Ragazzi, como lo indica su nombre, bucea en la juventud para encontrar algunas respuestas o algún indicio que haga conocer aquello que mueve a los adolescentes y los hace disfrutar.El film está dividido en dos movimientos: uno que trabaja sobre la idea de un trío amoroso negado y otro que ahonda en la rutina de verano de dos jóvenes que terminan conociendo a una misteriosa chica que los seduce. Pocos diálogos, frases reproducidas en reversa, subtítulos que trasponen diálogos filosóficos e imaginan algo. La policía actúa como orden estamental para negarle al joven del primer movimiento la posibilidad de concretar su fantasía -que parece más un capricho que el deseo irrefrenable de un amor naciente-, para cerrar una historia que encuentra su razón de ser en la evocación a Pasolini.El segundo movimiento es más realista, al jugar con los cuerpos desnudos y mojados de un grupo de adolescentes que nada tienen que hacer más que retozar al sol, fumar porro, pensar en chicas y dejar que el día termine para comenzar otro. Dos de ellos caminan y charlan, hablan con la televisión ante la muerte en el río de un tercero, y esperan bajo un puente la llegada de una misteriosa mujer.Ragazzi recuerda a un novel director jugando con las herramientas que recién le han dado, y es en la experimentación de las imágenes -utiliza la pantalla como un lienzo con miles de posibilidades-, que Raúl Perrone termina por construir un discurso empático sobre la necesidad de completarse en el otro.
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