2012-11-01

Experimentar los límites

Longchamps

Supongamos que una guerra nuclear está por estallar y 24 personas, que apenas se conocen, quedan atrapadas dentro de una casa sin poder atravesar la valla que los separa del mundo.  Lo que comenzará siendo un simple refugio terminará convirtiéndose en una pequeña guerra interna dentro de una lucha global. Longchamps es un film experimental y debe ser leído (y visto) como tal. 8 cámaras filmaron al unísono -y durante una hora-  diferentes situaciones que ocurrían dentro de una casa donde 24 actores interactuaban entre sí diferentes situaciones bajo un dominador común. Cada cámara filmaba cada escena en tiempo real, como si se tratase de un ejercicio teatral donde había una clara puesta en escena llevada a los extremos del realismo, y que luego en el montaje adquiriría cohesión con el resto de lo que se había filmado. De la misma manera que uno arma un rompecabezas Andreani construyó la trama argumental de Longchamps. Fragmentos disociados que confluyeron en un todo. Sin más pretensiones que las de experimentar las formas de llegar a contar una historia desde un cine de rupturas cinematográficas, Andrés Andreani, que ya había provocado un quiebre narrativo con Novak (2009), vuelve con un relato mucho más radical y audaz, en donde se anulan todas las limitaciones posibles tanto creativas, artísticas, de producción y hasta de exhibición. De la misma forma que lo hizo el Dogma 95 y todo lo que vino después, Longchamps es una apuesta a un cine diferente, border, que pone al espectador en crisis permanente sobre lo que está viendo y como lo está leyendo. Un espectáculo visual donde no existe la complacencia, ni para quienes están adentro, ni para quienes están afuera.
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