2009-09-15

Un amor fragmentado

El vestido

Ana (Antonella Costa) y Fernando (Eduard Fernández) junto a su historia de amor, resultan ser el nudo de El vestido, pero Ana es abandonada y vuelve a enamorarse de otro hombre, para que tiempo después, Fernando, reaparezca en su vida para revivir lo pasado y reformular su existencia. A través de la fragmentación de la historia –los vidrios rotos que aparecen en la introducción del film indican que lo que vamos a ver será una historia no lineal- y utilizando un montaje alternado, en el que todo se mezcla como en una gran coctelera. Esa será la forma en la que la trama se irá desarrollando. Secuencias sin sentido, que -de a poco- encontrarán su lugar en la mente del espectador, para así armar el rompecabezas que se nos propone de manera casi permanente. El tiempo y el espacio son dos elementos determinantes en la construcción del relato. Mediante el uso de elipsis temporales, flashbacks, metáforas y alegorías; El vestido atravesará varias etapas en la vida de sus personajes, pero sin por eso confundir al espectador. Con una puesta en escena minuciosa en lo estético, Paula de Luque logra imprimirle al film del onirismo necesario para poner en duda si solo son sueños, realidades o ambas cosas. La dirección de arte de Rodolfo Pagliere  así como la edición a cargo de Alberto Ponce juegan un rol protagónico en la construcción de la historia Antonella Costa, el español Eduard Fernández y el siempre correcto Guillermo Pfening, conforman este trío de personajes apremiados entre el deseo y el amor. Cada uno aportará lo suyo sin desentonar en ningún momento ante la complejidad de sus contradictorios personajes. Si hay algo que el film mantiene es la ambigüedad de cada uno de ellos ante la toma de sus decisiones. El espectador será sorprendido ante la resolución del conflicto como cada uno de los involucrados en el mismo. El vestido es, sin duda, una de las apuestas más innovadoras del cine argentino de la última época, un film que requerirá de un espectador activo, pero también ávido por nuevas propuestas estéticas y estilísticas. Sin duda, un convite diferente dentro de un circuito marcado por lo superfluo y lo banal.
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